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martes, 27 de agosto de 2013

Felipe Babalú Toledo... Amigo meu...

[Josu Landa arranca su novela Y/O (ensamble) con un párrafo de significado puntual y lacónico: “Hijo de puta, hijo de la gran puta, hijo de la grandísima puta, hijoputa, hijo de su puta madre, hijoeputa, hideputa, hijueputa: Estas observaciones, rabiosas variaciones de un mismo epíteto pretenden ser una definición de Rogerio Sanz-Dernié…”. Por consejo del mimo Josu, mi proyecto novelado del Fonca comenzaba con una frase que pocas veces hemos podido esbozar ante otra persona: “Tu madre está muerta” (yo ya lo hice, y no me agradó mucho).] Y comienzo:


“¡Maldito bastardo, me salvaste la vida!”, como elogio y adjetivo de quien ha significado mucho para mí.
Si algo nos unió a Felipe Babalú Toledo y a mí fue precisamente la manera como abordamos la vida –con la crudeza de quien puede deshacerse de algo sin que importen las consecuencias– y la sensibilidad con que afrontamos la música y ésta, junto al análisis hermenéutico de los momentos, se ha vuelto parte inherente de cada proceso de inhalación y exhalación de oxígeno.

Hace poco, alguien me espetó que yo prefería tener fans que amigos, y Babalú fue, en primer plano, un fan, después un amigo y finalmente un hermano, no obstante nuestra consistencia emocional de flanes (chiste privado), quizás el último escalafón que alguien pretende alcanzar cuando admira a otra persona. Porque de la admiración a la realidad media un proceso de conocimiento mutuo que, conforme pasa el tiempo, va aclarando la visión. No sé si decirle que aquella admiración era más bien producto de su inexperiencia y la urgencia que mostraba al adherirse a algo, el sentido de pertenencia. No obstante, la palabra fan engloba la admiración, mismo sentimiento que se experimenta por un hermano y, en algunos casos, por un amigo.

Como se ha manoseado tantas veces en la ficción, el ídolo emerge del papel, en este caso una revista de rock, y se muestra humano, admitiendo, por alguna extraña concatenación astral, que existe una unión más allá de la página impresa, y Babalú demostró aún mayor humanidad al no perder el respeto hacia quien se mostraba, ya en persona, como un ser vulnerable.

Quizás, como sucede en muchos casos, la tremenda amistad que se forjó entre ambos se debió a la coincidencia con varios amigos (“qué pequeño es el mundo”, dirán los amantes de las frases hechas), enlisto: The Cure, The Smiths, Morrissey, Front 242, Rancid, Ministry, Static X, Magos Herrera, Chicane, RockStage y, sobre todo, Karina Cabrera, empatando todos en un espectro del planeta en el que no cualquiera tiene pase VIP.

Cuando lo conocí, Felipe era un sujeto con muchas preguntas, y hoy en día, lo veo como un consejero, un gurú, un psiquiatra que tiene más bien respuestas. Lo observaba, en efecto, como a un fan, a veces nervioso, a veces sumamente inquisitivo, otras, determinante. Con el paso del tiempo, su ser fue ocupando un sitio en el panteón arquetípico de mis hermanos, de la mano de un Alex Hernández, Xabi Belmont, Pablo Osset, la misma Karina Cabrera, Eddy Govea, Gonzalo Soltero, Víctor Cabrera, Sebastián Ortiz Casasola, Sara Velázquez, Sara Arellano y un reducido, muy reducido, etcétera que ha sido determinante en mi vida como escritor y persona.

Babalú se volvió fan de Coyoacán, de la Caverna, del Búnker, del DF, de la ganja defeña, de Marcelo Ebrard, de esta ciudad enigmática que antes que escupirlo lo aceptó como a un hijo pródigo y por el que espera para sentirse conquistada; porque este bestia tiene un porcentaje chilango muy importante en su sangre. Y se volvió fan, entonces, de mi hijo Leonardo y de La Coneja, de mi familia, mi territorio y mis amigos. De lo poco que puede tener quien alguna vez tuvo fans y hoy se oculta para dejar de ser presa de aquella “fama” que arrastraba y estorbaba tanto.

Anécdotas
Viernes por la noche. Mi entonces esposa Irene y yo abrimos una botella de vodka y pusimos un video de The Cure en la platina del DVD. La noche era fría en Coyoacán y permeaba un clima de calma. Arranca Pictures of You y hasta Irapuato, de donde es oriundo este tío, envío el primer párrafo de la letra, y él, de inmediato, devuelve el siguiente, y así, nos fuimos pimponeando ante el asombro de La Coneja que no daba crédito. “Vaya que se conocen”, me dijo mi ex. “Es la música”, referí.

Años después, tras experimentar un divorcio que me condujo al alcoholismo concreto, en una etapa de autodestrucción muy digna de un punk respetable, recibí la visita sorpresiva de este irapuatense chilango también muy digno: “Vengo a arreglar unos asuntos a la UNAM”, dijo. Después de unos días, antes de su partida, tras pasarla bomba en La Caverna, con otros cofrades, se sinceró: “Vine porque me preocupabas, tenía miedo de que te hicieras algo”. Estaba en lo cierto. Técnicamente, Babalú me salvó la vida. Pero no es por eso que lo quiero tanto. Lo quiero porque es mi hermano, porque ha seguido mi proceso desde el principio hasta el final, girando el espejo, porque, viejo, hoy más que nunca: soy tu fan.

No quiero que te vayas, porque a pesar de la distancia, eres el ancla y la respuesta cuerda. Tú me conoces mejor que nadie. Pero Londres está muy lejos y un año es mucho tiempo. Pero ¡lárgate!, porque hay un chingo de mundo para meterle unas tarascadas salvajes. Ojalá al volver sigas siendo el mismo, pero con otra coraza. Te quiero, bro.

Pero Felipe también deja en herencia momentánea un pueblo irapuatense cálido y con los brazos abiertos que me recibió cuando La Coneja, Polly, Cass, La Ratona o SúperGin me obligaban a huir, y una pléyade de hermanos como Isa “Pucheros” Guevara, Ulises “Chicuelo” Miranda, Sabino “Rugby doG” Zamora, Fer Arvizu y su camisa rosa, Ramón “La licenciada” Solís, Bábara Cosset “Bauhaus” Núñez de Cáceres, Jacsan Mono, Daniela “Galleta” Ruiz, el tremendo Diego “Born to be hated”, Peri “Gran General” y thrasher a madres, Arturo “Sensei” Dumaine, y el buen Pompom, además de su entrañable familia.

Gracias por todo, viejo feo.

Te esperamos de vuelta.

Bicho

jueves, 15 de agosto de 2013

La carnicería noticiosa (La información informal o De periodista a robot)

Por Btxo

La facilidad que brinda la tecnología para el desarrollo de nuevos medios de comunicación vía internet, ha traído como consecuencia la desvalorización del periodista. Hoy en día, la noticia peca de inmediatez y la investigación ha quedado de lado.

Alrededor del nacimiento de nuevos medios electrónicos flota el inclemente fantasma de la supervivencia vía la venta de espacios publicitarios en pantalla, en un país en donde la pornografía sigue siendo el primer tópico de búsqueda. Curiosamente, México, un país costumbrista y moralista, aún prefiere la información impresa y, por ende, la velocidad con que se publican las noticias interesa sólo a unos pocos.

Tal y como ocurría en el circo romano, el nuevo campo de juego, llamado Twitter, ha trasladado la competencia de las ocho columnas desde las tijeras de los puestos de periódicos hacia las pantallas de móviles inteligentes, tabletas y ordenadores, sin dejar de lado la carnicería y el oportunismo. La exclusividad de la nota se ha transformado en el “fusil” descarado y todos compiten por dar “la primera patada” en Twitter.

Por desgracia, aquello ha motivado que las mesas de redacción de los medios electrónicos se conviertan en especie de campos de concentración en donde la veracidad y la calidad se sacrifican por la velocidad. Dichas mesas se han metamorfoseado en líneas de producción de notas a granel, algunas francamente irrelevantes, sacrificando estilo y reglas básicas de redacción.

Si a ello le sumamos la crisis laboral por la que este país atraviesa desde hace más de 20 años, entonces los editores tienen una gran ventaja, ya que consideran viable pagar ínfimas sumas de dinero a redactores que trabajan por volumen y que aceptan esos sueldos insultantes con tal de figurar, y condiciones y horarios de trabajo, en algunos casos, francamente inhumanos.

Es penoso ver cómo los nuevos medios no sólo maniatan a sus trabajadores al bloquear cualquier instinto creativo, sino evitan brindar prestaciones elementales y, encima, esperan el agradecimiento al desempeñar un oficio que ha dejado de coquetear con el arte de la redacción puntual y estilística.

El estilo se ha homologado en la frialdad de los segundos que gotean, y “el cierre” se constriñe en instantes dignos de un robot.

El fomento de la profesión ha sido olvidado en detrimento de años y años de estudio y especialización, y los licenciados en periodismo, recién desempacados y oliendo a nuevos, suman minutos de vuelo sentados en puntos de engorde, como bien los llamó Douglas Coupland en su excelente libro “Generación X”, tableteando sobre las teclas de los ordenadores a velocidad suicida, en todo sentido, ya que dicho modus vivendi resulta inclusive perjudicial para la salud del redactor a causa del estrés y el sedentarismo obligado.

Hoy en día, el periodista ha dejado de ser considerado un factor indispensable dentro del espectro informativo, y se ha convertido en un engrane más del sueño cibernético. Todo por la avaricia de quienes consideran que el negocio está en la pantalla del ordenador, olvidando la responsabilidad de los medios, que es brindar información veraz, formal y responsable.

Cada vez más, los medios electrónicos dejan de lado la investigación noticiosa y el trabajo periodístico, y actúan como chacales, o buitres, en busca de la información inmediata, cachando notas de otros medios establecidos, para pasarlas por el tamiz de su propio esquema para, vía el uso de sinónimos, decir la misma cosa y buscarse un sitio en esa cascada de información informal llamada Twitter.

(Coyoacán, 2013)