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martes, 31 de mayo de 2016

Brechas generacionales

De acuerdo con ExpansiónMx, Sylvain Namy, Director Ejecutivo de Page Personnel, agencia dedicada al reclutamiento especializado, los millennials poseen características específicas que el reclutador debe tomar en cuenta para poder tener una buena relación laboral a largo plazo y, sobre todo, para recibir un buen ejercicio del empleo de parte del contratado.


Gracias a esto Page Personnel desarrolló un decálogo millennial que pretende delimitar sus necesidades y la forma de acercarse a ellos, no obstante, si aquél se aplica en México encontraríamos algunas pifias en las explicaciones.

Los millennials…

1. Poseen las últimas innovaciones tecnológicas y tienen una necesidad de estar conectados constantemente a Internet.
¡Error! En muchos casos la capacidad adquisitiva rompe con esta premisa.

2. Son egocentristas y tienen relaciones estrechas con sus marcas favoritas. ¡Cierto!

3. Priorizan el cuidado de su entorno y el medio ambiente.
En algunos casos la postura echo-friendly y el activismo social son más rasgo de un personaje que deriva de su presencia en redes sociales.

4. En el ámbito laboral les gusta ser incluidos en la toma de decisiones importantes, así como saber que están aportando un valor agregado a la empresa.
Cierto, aunque su goce suele ser más bien personal.

5. Buscan que los líderes de las organizaciones los formen como personas y sean sus guías a lo largo de su carrera profesional.
Falso. Los líderes del ramo al que pertenecen, así como los referentes de generaciones previas, no merecen ninguna clase de admiración.

6. Cambiar de un trabajo a otro es usual en la búsqueda de un crecimiento profesional acelerado y un balance total entre el trabajo y la vida personal.
Por el contrario, ya que, si bien buscan alternativas, éstas son paralelas a su zona de confort.

7. Buscan flexibilidad de horarios, trabajo en equipo y dinamismo constante.
No trabajan en equipo y no son dinámicos, de ahí que, en efecto, busquen horarios más flexibles.

8. Buscan la oportunidad de negociar, ya que no les gusta sentirse subestimados por su edad.
Cierto.

9. Su adaptación a la cultura corporativa es rápida.
Falso. En la mayoría de los casos, dentro de su postura virtual que los domina, pretenden ser anti-sistema.  

10. Tienen hambre de aprender y combinan el desarrollo de procesos antiguos con innovaciones que generan oportunidades de crecimiento para las empresas.
Cierto.

Afortunadamente no es así en todos los casos.

Gracias a que mi nombre apareció firmando artículos en la prensa escrita y en páginas de internet desde hace 20 años, desde entonces recibo correos y comentarios de chicos y chicas que nacieron a principios de los ochentas y que muestran no sólo respeto sino una amplia necesidad de retroalimentación, es decir que conocen y respetan sus propios argumentos y su capacidad de discrepar sin ser soberbios y, sobre todo, cuentan con una investigación propia, desarrollando su criterio y no solamente rumiando lo que leen en otros medios.

Recientemente charlaba con una gran amiga –cuyo nombre evitaré–, quien escribe en una revista de vanguardia musical y desarrollo de manifestaciones culturales innovadoras, y que me preguntaba si era posible que le diera algunos consejos para mejorar esa prosa que, a mi parecer, no necesita ninguna clase de intervención. No obstante, no por eso es innecesario que encuentre la madurez con base en adormecer sus dedos y desvelarse, aunque ya cuente con una voz propia que, pronto, será autorizada.

Hace unos meses, tras tatuarme en el brazo izquierdo ese híbrido entre Cthulhu y deadmau5, recibí un comentario que, gracias a mi egolatría y a que quizás me hallaba en un momento mamón, no pude tomar como una broma: “Te rayaste a Minnie Mouse”. Esa misma semana, sin embargo, recibí de un niño y una niña de 10 años de edad el comentario preciso: “Wow! Te tatuaste a deadmau5”. Un detalle como ése define que entre la llamada Generación X (mi generación) y algunos millennials hay un abismo de distancia similar al que hay entre éstos y los bebés digitales quienes, al parecer, tienen una mayor apreciación de la cultura de vanguardia sin ostentar posturas cretinas.

A pesar de todo, dentro de mi generación existe un apartado que desdibuja aquella promesa de dejar a un lado la corbata y apañártelas por ti mismo con base en rascar en lo más profundo de un tema, ya que en muchos casos no existe ninguna clase de análisis y sus acciones son más bien superficiales porque, como lo he dicho antes, una cosa es ego y otra vanidad.

En el caso del periodismo y los medios digitales es importante que, antes de tirar la primera línea, nos preguntemos si realmente tenemos algo que decir y qué somos capaces de hacer para conseguirlo o si solamente se trata de refritear lo que ya se auscultó en otros medios, o bien que no muestra ninguna diferencia.

De igual manera, es necesario advertir que existen figuras determinantes que abrieron la brecha en la que hoy algunos siembran y otros cosechamos.

B7XO


jueves, 26 de mayo de 2016

Crónica de dos llamadas telefónicas

Ring!

Llamo a casa de mis papás y es mi padre quien levanta la bocina y me saluda con ese tratamiento que ya es un clásico: ¿Quiobo, camarada? Después siguen 15 minutos de charla en donde me entero, a base de encabezados o tuitazos personales, cuáles son las altas y bajas del Cruz Azul, por qué Tomás Boy no alineaba a Matías Vuoso y cuál fue la mejor y más recurrente jugada que practicó el América y ningún equipo descifró durante el torneo. En una especie de editorial me señala que aunque Darío Benedetto es un delantero letal no tiene cabida en El Maquinón y que teme que la escuadra azul contrate a DL9 (Dante López) para el Apertura 2016. Finalmente, me explica lo benéfico que puede ser para el futbol mexicano el regreso del Necaxa a Primera División.


Después se despide y le pasa la bocina a mi madre quien me actualiza los horarios de la final de futbol y analiza las posibles causas de mi sonambulismo de anoche (desperté sentado en el sillón del gato a las 3:00 am). Me solicita una frugal reseña de mi semana entre juntas, seminarios y conferencias de prensa para compararla con lo que ha visto en Facebook. Imagino que para ella es una actividad similar a la de coleccionar cromos en un álbum.

(Clic)

Colgamos y tengo la honda satisfacción de sembrar una semillita de alegría y reconocimiento; ya los veré el fin de semana.

Ring!

Leonardo responde con el clásico “¡Hola, papá!” a volumen revientatímpanos y apenas me da tiempo de decir Jelou cuando se suelta contándome que hoy aprendió qué es un nodo y me explica, a detalle, las incidencias de un nuevo juego basado en Five Nights at Freddy’s llamado FNAF Sister Location y cómo es posible evadir a Chica TJOC durante una persecución. Me avisa que tiene fiesta el fin de semana y no podrá verme pero “no te preocupes papá, porque te extraño mucho y ya nos veremos dentro de ocho días”. Luego me narra, algo exaltado, que tuvo un altercado con un youtuber español que insultó a los mexicanos pero que “todo está bajo control”. Pregunta por el gato y si ya le rasuré las rastas. Luego se despide porque está “descargando una actualización de The Joy of Creation Reborn para el nuevo nivel de Foxy”. Da las buenas noches y me pide que no cene mucho. “Bye, pá”.


(Clic)

Ésta, señor@s, es la mejor parte de mi día y pienso que ya no es necesario mirar el noticiario, ya se han encargado de ponerme al corriente.

Btxo.


Música escuchada durante el trayecto: Depeche Mode | Music for the masses




martes, 17 de mayo de 2016

The boy is back in town… (o cómo volví a escribir de rock)

La mayoría de las personas que me conocen bien, colegas y no, familia y no, recuerdan que uno de los motivos por los que dejé la fuente de música y cultura en dos importantes medios escritos, Rock Stage y el diario El Universal, fue la pérdida de la emoción.

Extravié las ganas en un press junket con Moderatto. Me dijeron que era necesario entrevistarlos porque, en ese momento, se trataba de la banda de rock más importante de México; todo esto 10 años atrás. La alternativa era Zoé y tampoco me provocaba mucho aliento a pesar de que últimamente los he ido perdonando poco a poco (a Zoé, no a los travestis). En fin que ya todos conocen la historia.


Aproveché la coyuntura de semejante huida para dedicar mi atención y mis letras a la beca Jóvenes Creadores que me otorgó el Fonca y a hacer ensayo, literatura y reseñas de libros en revistas como Rompan Filas, Magis y Luvina al lado de escritores como Josu Landa, Israel Carranza, Rogelio Villarreal, Andrés de Luna, Enrique Serna, José Luis Rivas, Fernando de León y Daniela Tarazona, entre otros. Ocasionalmente, aunque cada vez menos, echaba una ojeada a lo que había ido dejando atrás y no lamentaba mi decisión.

El estancamiento de la música popular mexicana y el sonsonete repetitivo de lo que sonaba en el resto del mundo no eran alicientes. Prefería el ritmo de la prosa que, en todo caso, es más aleatorio, enriquecedor y sorprendente. En un par de ocasiones viejos compañeros me invitaron a ejercitar el músculo pero para mí era más como salir a cascarear un rato con mis amigos y después volver a casa a la hora de cenar. De igual manera estaba recién casado y debutaba como padre, así que mi vida necesitaba un estilo de vida menos invasivo.

En realidad era feliz. No obstante, tal y como me sucedió en la fuente de rock, no pude mantener un bajo perfil y comenzaron las presiones por editar un libro, una acción engorrosa que requería mucho entusiasmo y confrontar decisiones ajenas y, sobre todo, bregar al parejo de los “padrinos” si se trataba de abultar el índice de editoriales respetables. Por ello me mudé a la fuente de ciencia y salud y más aún, porque ayudar a las personas significó más que ver mi nombre en la tapa de un libro.

Hace tiempo, en un festival de rock, me encontré con un ex colega (hoy colega de nuevo), quien me instó a volver después de leer en mi blog una pequeña y escueta reseña al disco más reciente de New Order. Le dije que lo pensaría. Días después tres grandes amigos, viejos lectores de Rock Stage, necearon con lo mismo: “Hace falta que lo hagas más seguido”, dijeron como si se hubiesen puesto de acuerdo. Como si el mundo fuese un cubo Rubik, al que una mano anónima le acomoda los colores, recibí un par de invitaciones para escribir en medios especializados. Lo intenté pero la emoción no cooperaba. Me sentía mecánico aunque no había perdido el toque y eso se vislumbraba cuando me tomaba en serio la producción y conducción de mi programa de radio Miscelánea Buñuel.

Y pensaba que, en realidad, la actualidad de la fuente, a pesar de sentirme atraído por el nuevo (ya ni tanto) sonido de la música avanzada nacional, no empataba con mi estilo ni mis intenciones. Más aún, había quienes me criticaban por preferir el sonido de, digamos, Disco Ruido o Camilo Séptimo, olvidando a vacas “sagradas” como cualquier banda de rock para adulto contemporáneo. ¿Qué le hacemos si es lo que escucho?, pensé.

Hace unos días recibí la invitación de Karina Cabrera, una gran amiga quien, sin rodeos, me dijo: “Realmente me vendría bien que te sumes a las filas de Rock 101”. Afortunadamente no tengo deudas con nadie, así que mi retorno, en caso de consumarse, sería honesto, más aun tomando en cuenta algunas decisiones personales que he ido anexando a mi presente inmediato (no, no es pleonasmo).

La ventaja de las colaboraciones es que no te anclas con nada ni con nadie más allá de tus propias pulsiones y esa vecindad mental habitada por tus demonios y tus amigos imaginarios. Total, nada cambia y seguiré siendo el mismo.

Pero no se asusten, porque el ego y la frialdad y la imparcialidad y la guillotina afilada, así como lo cáustico de mi análisis, siguen intactos.

Todos tenemos un gurú secreto y, el mío hoy, después de firmar el traspaso, me dijo: “Vas, enséñales”. Es menester señalar que tal gurú fue uno de mis penúltimos músicos entrevistados.

Así que nos leemos pronto.

Btxo, Coyoacán 2016



domingo, 15 de mayo de 2016

La transformación de los frascos

Atrás quedaron las mañanas postfiesta en las que la resaca no incomodaba más allá de un dolor de cabeza que se desvanecía con un par de pastillas efervescentes y un litro de agua. De igual manera, despertar mirando otro techo y con una acompañante incógnita ha dejado de ser menester. Yo, si algo extraño, es mi cama y la tranquilidad de mis cuatro paredes.


En las últimas semanas he ido acumulando enfermedades como un filatelista sellos raros. Infecciones en los riñones y los ojos, alergias de extraña procedencia, quizás inclusive alergia a mí mismo, y malestares estomacales a causa de la ingesta de comida saludable; nada más no puedo con las verduras. Mi estómago fue entrenado para comidas más invasivas.

Mi filiación alcohólica se restringe a la cerveza y el mezcal, acaso el vodka, porque lo demás, sólo de pensarlo, me provoca mareos y produce unas arcadas espectacularmente teatrales con las que amenazo con expulsar hasta los riñones. Junto al teléfono tengo un papelito con los números de emergencia en caso de desastre.  

Los temblores por arriba de cinco grados me producen un choque histérico y ya no tolero el ruido. Me comentaba un amigo, de edades circundantes, que cuando está con su chica (10 años menor que él) y ésta se entusiasma demasiado, le pide que le baje a los gritos porque lo desconcentra. “Ya sé lo que provoco y lo que tengo que hacer, no necesita recordármelo con sus alaridos”, me dijo y lo entendí.
 
"Y tú, ¿quién eres?"
Hace poco, no me acuerdo en dónde (principios de Alzheimer), leí que cuando… ¡Un momento! ¿Qué iba a decir?... ¬¬ Oh, ya… Leí que es menester preocuparse por la edad cuando las cosas nuevas dejen de importarte, ya no digamos que te asombren. Aunque lo contrario es un problema también porque puedes convertirte en un viejito gagá que ha perdido la noción de su edad y provoca más pena ajena que ternura: “Mira, el viejito sigue haciendo pogo con Led Zeppelin”.



Para darnos cuenta de que comenzamos a surfear esa parte de la existencia en que la vida deja de darte y comienza a quitarte hay varios síntomas:

  • Hablas con tus amigos sobre tus hijos, sus enfermedades y su boleta de calificaciones.
  • Tus amigos te hablan de lo mismo.
  • Entre todos pueden manufacturar un manual sobre la “Autoprotección contra tu divorcio reciente”.
  • Te quejas de que no puedes entenderte con ninguna de las generaciones previas o posteriores.
  • Juras que jamás volverás a casarte.
  • Consideras que los niños ajenos son el mejor pretexto para hacerte la vasectomía.
  • Te alegras cuando el urólogo te dice que aún tienes cinco años de venia para el examen de la próstata. 
  • Te sale lo paternalista y das consejos que en tu juventud jamás seguiste.
  • Te duermes a mitad de un partido de futbol o una película que en verdad querías ver.
  • Te inunda la nostalgia.
  • Lloras con las chick flicks.
  • En el supermercado miras de reojo los tintes masculinos para las canas.
  • Ya no llevas la backpack en un solo hombro sino en los dos, porque también te sirve para que el chiflón no te pegue en la espalda.
  • Cada día parece lunes después de un Vive Latino de tres días.
  • Pasar la aspiradora es una actividad tan demandante como correr una Spartan.
  • Tu estado de cuenta registra más visitas a farmacias que a cantinas o cervecerías artesanales.
  • Y, lo más importante, tu refrigerador cada vez tiene menos cervezas y la vitrina del baño acumula cada vez más pomos con gotas, pastillas, ungüentos, etcétera, a los que debes recurrir diario y con puntualidad. A esto es a lo que llamo la transformación de los frascos.
  • Finalmente, preocupado por tu salud, buscas un gimnasio en donde predominen las caminadoras y haya una buena clase de yoga o tai chi.

Podría parecer medio infierno pero hasta para esos calambres físicoemocionales hay un antídoto: la aceptación. La aceptación como parte de un duelo por haber comprometido tu salud miserablemente.

Hoy en día, por fortuna, la procuración de la salud está de moda, pero en mis tiempos y los tiempos de mis amigos y colegas que superan los 35 años, jamás alguien nos dijo que la mejor inversión que podíamos hacer era en la salud. Entonces, a mediados de los materialistas ochentas, todo mundo pensaba en la seguridad económica, más allá de los aeróbics de Jane Fonda, pero jamás en la salud.

No somos producto de la ignorancia sino de haber creído que teníamos mucho tiempo. Y aunque no soy fanático de las frases hechas, más aún, no las soporto, me parece que las nuevas generaciones, más allá de correr una Spartan, deben ir calentando el agua para sus barbas.

Btxo, Coyoacán, CDMX 2016.