Por Btxo
La facilidad que brinda la tecnología para el desarrollo de
nuevos medios de comunicación vía internet, ha traído como consecuencia la
desvalorización del periodista. Hoy en día, la noticia peca de inmediatez y la
investigación ha quedado de lado.
Alrededor del nacimiento de nuevos medios electrónicos flota
el inclemente fantasma de la supervivencia vía la venta de espacios
publicitarios en pantalla, en un país en donde la pornografía sigue siendo el primer
tópico de búsqueda. Curiosamente, México, un país costumbrista y moralista, aún
prefiere la información impresa y, por ende, la velocidad con que se publican
las noticias interesa sólo a unos pocos.
Tal y como ocurría en el circo romano, el nuevo campo de juego,
llamado Twitter, ha trasladado la competencia de las ocho columnas desde las
tijeras de los puestos de periódicos hacia las pantallas de móviles inteligentes,
tabletas y ordenadores, sin dejar de lado la carnicería y el oportunismo. La
exclusividad de la nota se ha transformado en el “fusil” descarado y todos
compiten por dar “la primera patada” en Twitter.
Por desgracia, aquello ha motivado que las mesas de
redacción de los medios electrónicos se conviertan en especie de campos de
concentración en donde la veracidad y la calidad se sacrifican por la
velocidad. Dichas mesas se han metamorfoseado en líneas de producción de notas
a granel, algunas francamente irrelevantes, sacrificando estilo y reglas
básicas de redacción.
Si a ello le sumamos la crisis laboral por la que este país
atraviesa desde hace más de 20 años, entonces los editores tienen una gran
ventaja, ya que consideran viable pagar ínfimas sumas de dinero a redactores
que trabajan por volumen y que aceptan esos sueldos insultantes con tal de
figurar, y condiciones y horarios de trabajo, en algunos casos, francamente
inhumanos.
Es penoso ver cómo los nuevos medios no sólo maniatan a sus
trabajadores al bloquear cualquier instinto creativo, sino evitan brindar
prestaciones elementales y, encima, esperan el agradecimiento al desempeñar un oficio
que ha dejado de coquetear con el arte de la redacción puntual y estilística.
El estilo se ha homologado en la frialdad de los segundos
que gotean, y “el cierre” se constriñe en instantes dignos de un robot.
El fomento de la profesión ha sido olvidado en detrimento de
años y años de estudio y especialización, y los licenciados en periodismo,
recién desempacados y oliendo a nuevos, suman minutos de vuelo sentados en puntos
de engorde, como bien los llamó Douglas Coupland en su excelente libro “Generación
X”, tableteando sobre las teclas de los ordenadores a velocidad suicida, en
todo sentido, ya que dicho modus vivendi resulta inclusive perjudicial para la
salud del redactor a causa del estrés y el sedentarismo obligado.
Hoy en día, el periodista ha dejado de ser considerado un factor
indispensable dentro del espectro informativo, y se ha convertido en un engrane
más del sueño cibernético. Todo por la avaricia de quienes consideran que el
negocio está en la pantalla del ordenador, olvidando la responsabilidad de los
medios, que es brindar información veraz, formal y responsable.
Cada vez más, los medios electrónicos dejan de lado la
investigación noticiosa y el trabajo periodístico, y actúan como chacales, o
buitres, en busca de la información inmediata, cachando notas de otros medios
establecidos, para pasarlas por el tamiz de su propio esquema para, vía el uso
de sinónimos, decir la misma cosa y buscarse un sitio en esa cascada de información
informal llamada Twitter.
(Coyoacán, 2013)
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