Oh, sí, los Backstreet Boys (BSB) vienen a México y con
seguridad eso alterará las (dos) neuronas represivas (una es motriz),
intolerantes y que adolecen de criterio de 99.9% de los hijitos de papá rock y
papá guitarrazo (no tienen madre, por eso lo circunscribo). Afortunadamente,
después de años de escribir sobre música como pluma y voz autorizada en
distintos medios importantes, tengo la virtud de desconfiar de los rockers (patético adjetivo que, extrañamente,
pero no contraviniendo su esencia, los hace sentir orgullosos) y sus gustos. Como
ejemplo disecciono a los fanáticos ortodoxos de los bitles y el metal. A estas
hordas las distingue no sólo la intolerancia sino una cerrazón de pena ajena y un
dogmatismo producto y presa de sus propios miedos. No por nada se asegura tras
el caso Napster que si los miembros de Metallica son cretinos imaginen a sus
fans.
De acuerdo con una entrada de Wikipedia en 2012, entre los
100 discos más vendidos de la historia pop se encuentra Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band en el escalafón 14, por debajo
de productos pop como Bee Gees, Whitney
Houston, Shania Twain, Alanis Morrisette y Michael Jackson, mientras que BSB se
coloca en el escalón 21 con Milennium.
Siete lugares de diferencia. Oh, sí, claro, los bitles eran músicos y los BSB
no, pero, ¿no acaso esto es un NEGOCIO que se mide en cuanto al éxito palpable
de cada agrupación? (y quien diga que la música NO es un NEGOCIO tiene un lugar
en la redacción de TVNotas). Si bien es cierto que los bitles son igualmente
conocidos en Nueva York que en un pueblo de la sierra de Oaxaca, eso, en
realidad, demerita el logro ya que en ese pueblo de Oaxaca, o de Kazajistán, no
se conoce a los BSB. Ergo: en el
mundo moderno el éxito de aquella boy
band demuestra mayor prevalencia. Y todo esto sin dejar de señalar que
gracias a Brian Epstein los bitles fueron una de las primeras boy bands de la historia. Es decir que
entre las duplas Lou Pearlman-Max Martin y Brian Epstein-George Martin no
existen diferencias porque ambas tenían en mente un NEGOCIO y adecuaron el
repertorio y la imagen de ambas bandas, además de resguardar secretos como la prematura
paternidad de Lennon y las adicciones de AJ (BSB) para no enturbiar dicho
NEGOCIO.
Lovecraft señalaba que se teme lo que no se conoce, por
ende, es asombroso que se le tema al pop
como a la influenza sin saber ciertamente de qué se trata. En todo caso,
musicalmente hablando, los bitles son un producto milagro.
Hace unos años el líder de la desaparecida banda Dynamo, de
México, me comentaba entre tarros de cerveza que le parecía curioso que El
Bicho (yo), un analista de música que gozaba de reputación y vanagloriaba
bandas imposibles como Minimal Compact, KMFDM y Escape with Romeo defendiera
expresiones pop como BSB, Brandy, Monica, Justin Timberlake y Britney Spears
dentro de las páginas de la revista Rock Stage, pero también aseguraba estar de
acuerdo conmigo y mi teoría de la música como espectáculo de calidad. Calidad,
abundó de acuerdo conmigo otra vez, de la que adolecen bandas cobijadas por un simple 4x4
de catadura vulgar como Creedence, AC/DC y The Eagles, entre muchos otros.
El problema, como señalábamos en entradas previas, es el
cretinismo de quienes se consideran voces autorizadas cuando su umbral de
sorpresa musical es menos amplio que el agujero de una ratonera (utilicen la
analogía como más les plazca) y terminan vencidos por ese fanatismo que, como
ya dije, es producto de sus miedos. Y esa cerrazón les impide advertir y
reconocer que, guardando sus tiempos, tanto los bitles como BSB marcaron a una
porción generacional. No obstante, la herencia bitle se gesta más por
obligación o costumbre, mientras que quienes acudan al Auditorio Nacional a ver
a BSB lo harán por simple gusto. Otra cosa peor es que los bitles, que se
gestaron como un arquetipo de la contracultura, hoy son parte de la cultura
tradicional, contraviniendo su esencia, mientras que los BSB, asépticos y
culturalmente aceptados, mantienen dicho rango.
Ahora bien, jamás he criticado a los Beatles (ahora sí) como
una de las bandas más arquetípicas de la historia, dueños de algunas canciones
determinantes y plenos modelos a seguir en cuanto a creatividad e innovación,
pero jamás voy a señalar que son lo máximo en la historia pop, porque han sido
superados infinidad de veces inclusive por artistas previos como Elvis Presley
y el mismo Ricky Nelson. E insisto, su pretexto para dejar de tocar en vivo
respondía a no poder mostrar sus alcances en el escenario mientras que años
después Dead Can Dance, en vivo, superó los niveles de interpretación de
cualquier banda.
Y para colmo de sus adeptos, el mejor ejemplo de
reconocimiento pop lo ha mostrado recientemente el mismo Paul McCartney al
colaborar con artistas como Rihanna y Kanye West. No es raro en él, pero parece
que sus fans, ofendidos, desean cortarse las venas mientras escuchan Yesterday y se preparan sus Froots Loops con leche.
En todo caso, BSB es un combo que, a pesar de que sus
miembros rozan los 40 años de edad, tienen las amígdalas para retomar el mundo
musical que alguna vez les perteneció con un producto (pro-duc-to, porque la
música es un PRO-DUC-TO) que aún suena fresco y es especial, fino, de la mejor
estirpe del R&B que pone a latir los corazones de aquell@s que también crecimos
escuchando a los Beatles, pero que nos orientamos hacia el gusto por lo sencillo,
franco, honesto y ordinario, algo que, al parecer, a los rockers les hace mucho ruido. No, señores, esto no es Metallica,
pero como se ha dicho hasta el cansancio: en ocasiones, el silencio es más
encomiable.
(Btxo, Coyoacán, 2015)
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