“Un converso a la vez”,
Julian Assange.
Son las 18:40 horas, voy llegando a casa en Coyoacán después
de un día de trabajo bastante movido e
impetuoso que imponía decisiones rápidas y me encuentro con que en las redes
sociales las emociones se han mezclado lo suficiente después de la conferencia
de prensa de los padres de Los 43 de Ayotzinapa. Algo que ya se esperaba.
La mayoría de los comentarios versan sobre la impotencia que
se experimenta, la injusticia social y política, gobierno asesino, cero
promesas de parte de EPN, etc… Reacciones predecibles, eso ya se dijo, de las
cuales no importan ni la forma ni el fondo sino lo que existe detrás de ellas y
su origen.
Personalmente confío más en la reacción de una madre de
familia y ama de casa que mienta un sincero “gobierno cabrón” mientras acaba de
secar los trastes de la comida y se dispone a preparar la cena, que la reacción
visceral y revanchista de un militante de la Revolución Starbucks que mienta
madres desde el sofá y programa un setlist
en Spotify. Quizás otra madre de familia oriente su preocupación o enfado hacia
el comportamiento de los trágicamente 43 desaparecidos que se “metieron en esas
cosas por andar en malos pasos”. O habrá a quien todo este tongo le parezca
poco interesante y desee que ya comience su telenovela, su serie en Netflix o
su partido de futbol. También se vale.
Es decir que siendo la sociedad un grupo compuesto de
individuos con derechos y obligaciones, cada individuo tiene el derecho de interesarse
o no y no por eso es un traidor a la patria. Pero también tiene la obligación
de informarse y a partir de ahí tomar una decisión.
Esto podría explicarse por las diferencias generacionales,
no obstante, no es así. Por el contrario, en este país las cosas suceden al
revés.
Al parecer los adultos que tienen cierta responsabilidad con
un hogar o siendo cabezas de familia, desde sus trincheras, han entendido que una
revolución comienza desde una persona que puede, o no, cooptar a otros para
manifestar un cambio que puede ser multidimensional. Mientras tanto, la
efervescencia “chaira” (término ya socialmente aceptado que define mas no
denigra) orilla a sus militantes a buscar las “soluciones” de siempre y a DENIGRAR,
ellos sí, a quienes tienen asuntos personales más importantes por los que deben
pelear.
Esto nos conlleva a pensar en el bagaje cultural e ideológico
que tiene cada persona además de su capacidad de sorpresa y su captación de la
realidad.
¿En verdad creían que EPN prometería algo concreto y
firmaría compromisos? ¿A estas alturas seguimos creyendo que las promesas
gubernamentales no son parientes de los Reyes Magos o el renacimiento del Che
Guevara?
Aquella madre de familia, quien quizás fue una jipi con su
ideología bien cimentada más allá de utopías, hablará con sus hijos y les dirá:
“peleen sus batallas nomás tengan cuidado”.
Quizás el padre de familia pensará en el tan manoseado Paro
Nacional (una verdadera incongruencia) apretándose las manos porque quizás
nadie compre en su tienda o se suba a su taxi. ¿Alguien ha tenido la decencia
de contabilizar la cantidad de fuentes de empleo que se han perdido a causa de
las marchas de la CNTE? ¿Alguien sabe cuántas personas han sido despedidas por
llegar tarde tres veces en una semana a cusa de los bloqueos? ¡Claro que no!
Porque la ceguera generalizada y proveniente de la Revolución Starbucks no
permite que sus militantes aprecien el fondo de los acontecimientos, el
resultado de una actitud beligerante en contra del gobierno que afecta a todos
menos al gobierno. Y también porque para el chairo promedio eso es capitalismo
y con ello demuestra un tremendo resentimiento social hacia sus semejantes.
Ahora, a un año de la desaparición de Los 43 de Ayotzinapa, el
tema vuelve a tomar fuerza; y hace unos días los desplazados de Siria; y hace
unas semanas era Angye, y semanas antes Rubén y meses antes la Guardería ABC. El
tren del mame para quienes advierten la situación desde el taburete presenta
muchos vagones para subirse sin salir de casa. Como analogía de un sistema de
discriminación positiva cada quien se sube al vagón en el que se siente más
cómodo.
La organización de una marcha de protesta se asemeja a la organización
que hay en una boda para bailar Caballo Dorado.
Y no dudo que haya personas que acudan con un patriotismo
real, verdaderamente preocupados por saber qué ocurre ahí, por empaparse de
información que después verterá entre sus conocidos para tener una buena
discusión y una lluvia de ideas y comiencen a actuar de forma personal. Pero
los otros son más.
Hasta el momento las marchas han dejado un saldo rojo con
golpeados, lastimados, arrestados justa e injustamente pero no han generado
nada positivo más allá de copar un crisol con individuos de diversas ideologías
y estratos sociales.
Porque lo importante no es llenar las calles de gente si
esto no generará una respuesta positiva. Al contrario, lo importante es
confeccionar mensajes, aprovechar la facilidad que brindan los medios de
comunicación, escritos y electrónicos, más allá de memes y mentadas de madre
repletas de hashtags sin ninguna clase de estrategia.
La ignorancia y la falta de visión son los agentes que han
permitido que los canales de comunicación desarrollados por jóvenes críticos con
gran influencia en un sector importante de la juventud desaparezcan, y me
refiero a los programas de radio en Ibero 90.9, Reactor, y publicaciones
culturales como La Ciudad de Frente, entre muchos otros. No, ya no es tiempo de
mamar espejismos como los hoyos fonkis
para verter el mensaje de las neuronas y las ansias.
¿Alguien recuerda la marcha que se organizó cuando murió
Rock 101? ¡Claro que no! Porque a los jóvenes no les interesa la historia más
allá del 2 de octubre, al mismo tiempo un buen pretexto para el espejismo del
activismo social.
Las formas han cambiado y quienes se supone que tendrían que
organizarse de acuerdo a los tiempos que corren siguen peleando con palos y
piedras, unos, y otros tuiteando desde el sofá degustando su cocoa con bombones
y esperando la venida del señor.
No, señor, los milagros no existen porque los cambios se
trabajan, se ungen de urgencia y organización con las herramientas que hay a la
mano; se trata de saber trabajar las necesidades generales sin descuidar las
personales. Nadie cuerdo en este país dejará su empleo y a su familia
desprotegida para tomar un arma y salir a hacer la revolución.
Somos células descompuestas que comenzamos a crear un cáncer
social más allá de las estupideces y la injusticia de los proyectos personales del
gobierno. ¡Estamos fastidiando a los afines! Se trata de crear tumores
positivos (si vale el término) que contagiemos a otras células y busquemos la
mejor manera de sobrevivir y de infectar a la sociedad de trabajo e ideas
propositivas. Lejos está de la cordura ser un iconoclasta si no se comienza por
los vicios personales.
Quien no busque una solución personal para comenzar a actuar
de forma proactiva es un chairo, sí, aquellos que ven complots en todo lo que
se mueve, los que mientan madres con hashtags y después presionan ENTER.
No es chairo quien se monta en una cruzada que lo afecta
directamente, como Los 43 de Ayotzinapa, sino aquél que se sube al tren del momento sin
tener idea de lo que pelea y piensa que
va a tuitear mientras endulza su macchiato
que pagará con la mesada que su padre funcionario de gobierno le deposita cada
quincena. Para que vean que los chairos sí existen.
Tampoco son chairos aquellos que montan obras de teatro con
ideología y mensaje, no son aquellos que producen podcasts para alcanzar audiencias inteligentes, no son quienes
toman una pluma y gracias a su inteligencia comienzan a tejer redes por medio
de un blog que tendrá cientos de seguidores si en su contenido hay coherencia;
tampoco quienes aprovechan sus herramientas para enviar mensajes propositivos
con cortometrajes o películas o guiones inteligentes.
México no va a cambiar a menos que los mexicanos cambien con
inteligencia. Pero parece que todo se lo dejamos al gobierno. Eso sí es
comodidad y conformismo. Queremos un gobierno de primer mundo pero el
pensamiento y las acciones de la sociedad son de tercer mundo.
Y creer que el gobierno dará solución al caso de Los 43 Desaparecidos
de Ayotzinapa es no sólo una cretinada sino una utopía de las más bajas.
¿Cuántos de los miembros de la Revolución Starbucks conocen
el caso de Aguas Blancas o Las Abejas? Pocos, eh. Muy bien, ahí está su
respuesta.
Sí, el desinterés, o bien el “interés” fingido del gobierno
y EPN, es un cruzado directo a la mandíbula de la sociedad, una chingadera,
pero qué se ha organizado para contrarrestarlo además de emprender marchitas o
mentar madres cómodamente desde su sala recién adquirida en Dico.
¡Ya basta!
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