Conozco a H. P. Lovecraft
desde que tenía ocho años (yo, no Howard) y llegué a él vía Poe. ¿De qué otra
forma se llega a HPL? Y quien diga que realizó el camino en reversa, miente.
El primer libro de HPL
que tuve en mis manos me lo regaló mi madre: El Horror Sobrenatural en la Literatura, una edición bastante sencilla
de una editorial que tuvo a mal ilustrar la portada con una imagen referente a
la Divina Comedia. De todos los
títulos relacionados con HPL que mi madre oteó en la librería éste tenía el
título más sugerente y ella creyó que yo moriría de miedo, que sería prácticamente
imposible dejar la cama para ir al baño por la noche o si acaso era necesario ir
a la cocina a fulminar la sed desértica que invadía mi boca. Lo que mi madre
jamás advirtió fue que El Horror
Sobrenatural en la Literatura era un libro de texto, un ensayo durante el
cual HPL se dedicaba a analizar los distintos tipos de horror de la literatura
y, de paso, abigarrar al lector que, ciertamente, espera algo de prosa y
ficción.
El siguiente libro que secuestró
mis neuronas se llama En la cripta,
una recopilación de cuentos de terror tradicional mezclados con el
característico horror cósmico en donde la presencia invisible y quizás mutable
de los Primordiales siempre protagonizaba. No obstante, fue Las ratas detrás de las paredes el
primer cuento en mi vida que, ciertamente, evitó que recorriera los 100 metros
que me separaban del baño. Ahora sí que, literalmente, me cag… de terror. Sin
embargo, me llenaba de placer el saber que mientras los ñoños leían Platero y yo, yo saboreaba, digamos, El que acecha en el umbral. Mi Platero, en todo caso, se llamaba Yog-Sothoth.
Lo que me enamoró de HPL,
después de leer su manoseada biografía, fue la identificación de soledad en la
que estaba insertado casi por la fuerza ya que mis padres trabajaban y me
quedaba al amparo efímero de la abuela quien prefería ir a jugar canasta con
sus amigas, o a cenar a Tortas Jorge, que echarle ojo al niño. Así que con la
lamparita que me regaló el abuelo –cácaro del cine Pedro Armendáriz– me
encerraba en un armario a leer a HPL y Poe, y uno que otro libro prohibido con
temáticas, digamos, más lúbricas, hasta que mi madre llegaba por mí e íbamos a
casa. Desde entonces tengo fijación por la oscuridad y es imprescindible que a
mi casa no entre nada de luz para poder tener un ambiente relajado. Detesto la
luz.
Algunos años después, ya
con el epítome de loco endilgado por esa gente ignorante que teme lo que no
conoce, utilizaba a HPL para sondear a las personas y, sobre todo, para
buscarme chicas. Jamás he confiado en alguien que se niegue a leer a HPL o que
muestre cierto interés.
-No, mi alma, no se trata
de cuentos de fantasmas ¡no seas ordinariaaaa! Se trata de cuentos de terror
tradicional y horror cósmico proveído por seres antiguos que poblaban la tierra
y fueron encerrados en agujeros cósmicos.
-…
Para 1994, ya con 20 precoces
años, descubrí internet y me hice de mi primer correo electrónico, a saber: tizaminzoo@yahoo.com. No obstante, antes
de sacar mi primera cuenta de e-mail mi madre me enseñó a navegar en Netscape
(uh, qué viejo me siento) y recuerdo muy bien que hace 21 años lo primero que
tecleé en la ventana de navegación fue: H.P. Lovecraft. Así descubrí una página
interesantísima llamada Propping Up the Mythos, en la que te mostraban tutoriales para fabricar cualquier clase de
monstruo o elemento perteneciente a la cosmogonía lovecraftiana.
Curiosamente, hace más de
una década un viejo amigo me invitó a una estación de radio para hablar sobre Lovecraft.
Aquella invitación coincidía con la reciente mudanza a mi departamento de
soltero durante la que pillé un virus que me tuvo al borde de la tumba con
poderosos dolores en los huesos, fiebres alucinantes y una invasión de pústulas
en lengua, paladar, garganta y esófago. No pude ir al programa.
Hoy 15 de marzo de 2016,
cuando se cumplen 79 años de la muerte del maestro, quise aprovechar la
coyuntura para grabar el tercer programa de Miscelánea Buñuel y hablar de HPL.
No obstante, de nuevo, un virus malévolo tiene secuestrada mi garganta y me
resultó imposible hacer un programa decente. Por algo será. Al parecer hay algo
que el maestro no quiere que revele.
Con el paso de los años,
Howard Phillips Lovecraft se ha convertido en un referente que ha ido pasando a
través de generaciones como un autor de culto, como un escritor distinto y, por
ende, superior a Poe (no veo a HPL en los programas de lectura en las escuelas)
en cuanto a la construcción de paisajes, atmósferas y nuevos núcleos de terror.
Puntos de fuga que podríamos considerar como adelantados a su tiempo ya que
cada uno de sus Primordiales tiene relación con algún elemento natural, una
deliciosa analogía respecto a la manera como, en la actualidad, nuestro planeta
trata de sacudirse las pulgas.
Cierto es, también, que
en la actualidad no existen autores de terror de la envergadura y el poderío de
Poe, HPL y los esbirros de éste como August Derleth, Robert W. Chambers y Algernon
Blackwood, entre otros. Stephen King, digamos, en comparación con aquéllos “primordiales”,
es más del orden de los fruti lupis.
Btxo 2016.