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sábado, 5 de diciembre de 2015

Vudú en línea, paranoia y seguridad digital

Mi hijo me pidió que lo fotografiara usando su antifaz de tortuga ninja para poder enviarle la imagen a su mamá vía Whatsapp. Tomé la imagen y al revisarla descubrí que a la derecha de mi hijo aparece una mujer de aspecto desagradable que parecía mirar hacia él con un gesto grotesco. En realidad se trata de un efecto provocado por el movimiento de la mujer al momento de fotografiar a mi objetivo que estaba quieto. Enviar la fotografía a la madre de mi hijo requirió de la aplicación de un filtro y un recorte para evitar que la mujer desagradable se fuera con la imagen.




Hasta ahí podría tratarse de un evento aislado y sin importancia como los miles que tenemos cada mes. No obstante, después me pregunté sobre la posibilidad de ir capturando las imágenes de personas desconocidas en las galerías de nuestros teléfonos celulares. Imágenes que no sólo tenemos en casa tras descargarlas en el ordenador sino las llevamos con nosotros todo el tiempo cuando no tenemos la paciencia suficiente para depurar del móvil aquellas fotografías que ya hemos descargado.

Si después de leer esta entrada tienen la curiosidad de revisar sus galerías de imágenes seguramente encontrarán a muchos desconocidos, grotescos o no, retratados de forma fortuita detrás o al lado de nuestro objetivo, o de nosotros mismos si se trata de una selfie, y en algunos casos inclusive mirando directamente a nuestra cámara… accidentalmente o no.

Para quienes tenemos un poco de respeto hacia las vibraciones de las personas, y nuestras propias emociones, esto podría ser delicado. En términos simples es como dejar entrar en nuestra vida, o en una porción de ella, a alguien desconocido. ¿Quiénes son esas personas? ¿Cuál es su función en este planeta? ¿De qué manera vibran? Al revisar la imagen del antifaz y descubrir a la mujer de aspecto desagradable sentí un escalofrío similar al que sentía cuando comenzaba a andar solo por la calle, digamos a los 12 años, y algún desconocido se acercaba a preguntarme la hora, o la ubicación de una calle.

Puede sonar exagerado pero el impacto de dichas intromisiones incidentales es parte de la paranoia que se ha sembrado gracias a la vulnerabilidad de las redes digitales que vamos tejiendo con el paso del tiempo y a la relación cada vez más estrecha que tenemos con los dispositivos móviles.

No sé si el tema se ha manejado en el cine o la literatura, pero una buena línea dramática al respecto podría manejarse para prevenir un hipotético caso de secuestro cuando una mujer descubra que en cada selfie que se toma durante unas vacaciones o una salida a un centro comercial aparece la misma persona mirando o no a la cámara.

Y todo esto viene a cuento gracias a la relación que armé entre el documental Terms and Conditions May Apply, que habla sobre la privacidad en internet, al menos en países de primer mundo como Estados Unidos o Inglaterra, y la visita que mi hijo y yo hicimos hoy a la ExpoDrone México 2015.



Repito, puede sonar exagerado, pero en las tres horas que deambulamos por ahí con la idea de adquirir un dron para comenzar a levantar una sociedad padre-hijo en lo que respecta a imagen aérea, mi hijo, yo y cerca de 300 personas estuvimos expuestos a decenas de cámaras flotantes que se activaban durante las demostraciones de los equipos. ¿A dónde van esas grabaciones?

Durante el registro que realizamos en el área de prensa para adquirir nuestras pulseras que garantizarían nuestra entrada los dos días de exposición, mi hijo y yo comentábamos sobre la posibilidad de comprar un par de drones de bajo costo para enfatizar los conocimientos sobre su pilotaje y posteriormente hacer una inversión más fuerte.

De nuevo la paranoia. Mientras observábamos la flotación de un hermoso dron de casi 200 mil pesos que era grabado para televisión en el lobby, un hombre identificado con un chaleco del GDF que se encontraba a la entrada de una expo sobre discapacidad que se celebraba en el mismo recinto se nos acercó para preguntar, directamente, cuál era el costo de los drones que habíamos visto y cuánto pensábamos invertir en ese momento. Capotee la pregunta y con mucha decencia le dije que eso le valía madres a él y que estábamos ahí a causa de un trabajo escolar de mi hijo.

Es posible que exagere, no obstante, me parece adecuado, más allá de la privacidad en redes sociales, establecer un cerco personal para proteger nuestra identidad digital.

Por otro lado, ¿han pensado en cuántas fotografías ajenas aparecen por descuido? Y sobre todo, ¿quién lleva su imagen accidental en sus teléfonos celulares? ¿Existe el vudú en línea? Abusados.


(B7XO, Coyoacán, 2015)