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sábado, 10 de septiembre de 2016

Las razones hacia el odio hipster

Antes de irme a trabajar a la colonia Roma no toleraba más de cinco minutos de conversación con un hipster porque me parecían de corte presuntuoso y arribista, no obstante, a fuerza de convivir con ellos me di cuenta de varios detalles a su favor: por lo general tienen buen gusto; la mayoría son millennials que tienen al mundo en sus manos; su música es determinante y, en todo caso, no sólo son inofensivos sino buena influencia. Encima, mi otrora odio hacia ellos me generó la ruptura con una chica angelical que vaya que me costó trabajo, básicamente porque ella es una de las hipsters más finas que conozco.
 
The pain of being pure at heart
¿Qué es ser hipster en todo caso? El verdadero hipster no se asume como tal y más bien navega con la naturalidad que le brinda su estatus aparentemente desencajado del resto del mundo; algo no muy lejano respecto a las actitudes de los anacoretas como yo. Por otro lado, el término hipster, hoy tan manoseado de forma peyorativa, se ubica del lado de quienes le otorgan ese cariz. Aparentemente ser hipster es ser un cretino.

Alguna vez, hace no mucho tiempo, mientras mi novia de entonces y yo recorríamos la colonia Roma buscando un buen lugar donde comer, le ofrecí algunas opciones y ella me señaló, sin ninguna clase de anestesia, que estaba convirtiéndome en un hipster. Como por qué… “Oh, bien, trabajas en la colonia Roma, conoces todos estos sitios hipsters, andas en bicicleta, no tienes coche, te gustan el mezcal y la cerveza artesanal, quieres poner un huerto en tu balcón, te cuidas la barba más que una embarazada el vientre, usas lentes de pasta, eres DJ, escuchas a El Cuarteto de Nos, The Guillemots, The pain of being pure at heart, La habitación roja, Columpio Asesino y Los románticos de Zacatecas, pides que en Starbucks escriban Bicho en tu vaso y tienes un gato adoptado. ¿Algo más?”, dijo. Shait!, dije yo (shit en realidad, pero quise darle una entonación scouse).

En realidad no me importó pero no por eso dejó de sorprenderme. Supongo que el medio ambiente de todos los días va moldeándote a su antojo. El problema real radica en si te sientes cómodo o no con ello. No soy hipster, como bien decimos mi querido hermano menor Sebastián Ortiz Casasola y yo por una simple razón: estamos gordos. “Muy bien –me dijo alguien hace poco cuando le conté el dilema–, pero tomemos en cuenta que tu gimnasio está en la colonia Roma y tienes una nutrióloga de Guadalajara que te cuida la alimentación”. Creo que agaché la cabeza. La realidad es que no me considero hipster, pero lo peor de todo es que ellos tampoco se consideran así, por eso que tiemblo cada vez que lo pienso. No soy hipster, chingado, suscribo.

Una de las desventajas de las redes sociales, cuando no tienes temor de Dios ni el menor pudor, es que todo lo que evidencias es tergiversado. Y también en vivo. Dejarme y cuidarme la barba, y comprar productos para su mantenimiento en una barbería de la colonia Roma es tomado por la insurgencia como un detalle hipster; usar tenis en vez de zapatos también; tener un canal de Soundcloud también. No hay por dónde escapar.

Si de algo me enorgullezco es de saber leer a las personas y de tener las herramientas suficientes para escudriñar perfiles en Facebook sin ser visto, aun cuando no me tengan agregado (gracias a las artes de mi hijo que no es amarrete para compartir su software), así que puedo descubrir comentarios insidiosos al respecto.  
 
Marc Crosas (futbolista)
He descubierto que quienes critican el estilo de vida hipster demuestran un tremendo resentimiento social por no poder acceder a él por muchas razones, comenzando por la económica, la geográfica (la mayoría no vive en CDMX) y, sobre todo, por un umbral de autoestima muy bajo y su incapacidad por romper con sus prejuicios machines e ignorantes. Pero sobre todo por envidia.

Barba: porque no les brota a los muy lampiños; porque no tienen la capacidad económica para tratársela como debe ser; porque su imagen no es acorde a los parámetros visuales. (Los enemigos de los hipsters tienden a copiar los estilos, ojo)

Mezcal y cerveza artesanal: porque no les alcanza.

Corredor Centro-Juárez-Roma-Condesa: porque viven en otro estado, les da miedo innovar sus patéticas vidas, o no les alcanza la quincena para mantener ese estilo de vida.

Música: ya no digamos ser DJ o músicos porque carecen de talento, o porque sus gustos los enclaustran aun cuando The Smiths y New Order sean del gusto hipster por excelencia y tradición.

Cromática textil: por miedo y causas económicas, y sobre todo porque tienen que usar corbata a huevo.

Culinaria: no se atreven a probar nuevos sabores y, encima, no les alcanza.

Café: les da miedo que los vean en un Starbucks.

General: por envidia, resentimiento social y carencia de cultura.

No soy hipster pero tampoco niego que sus manifestaciones son más cercanas a mi cultura y mi educación, y sobre todo a mis capacidades interpretativas y de convivencia. Mi familia es hipster sin saberlo, ¡por Dios!

Por eso suscribo que quienes critican a los hipsters lo hacen desde su odio y sus carencias por haber sido educados en un ambiente oprobioso, letal y sumamente penoso, cargado de resentimiento por su pobre realidad. Lo más ridículo de todo es que quienes más los critican y los alienan son aquéllos que se presumen como tolerantes e incluyentes hacia las minorías. Ojalá nunca se adhieran, porque esos arribistas serán expulsados sin misericordia, basta con verlos, así que sigan con sus críticas porque son ustedes los más infelices. No vengan a la Roma, porque no les alcanza.

¡Y no soy hipster, con tres chingaditas! ;)

B7XO, Coyoacán, 2016.