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jueves, 30 de junio de 2016

El miedo ante la cámara de televisión

Una colega periodista a quien quiero y respeto mucho me comentó en estos días que en un evento reciente de la fuente de salud solicitó con anticipación una entrevista con uno de los voceros y que los publirrelacionistas, ignorando su petición, les dieron preferencia a los reporteros de televisión.


Espérame tantito, es que están los de la tele es un argumento que se escucha una y otra vez como si fuese un mandamiento, como si con dicho mantra se ganaran un lugar en el cielo.

Lo más penoso del asunto es el terror monumental que experimentan algunas agencias de relaciones públicas cuando se trata de contener la arrogancia y la ansiedad de los reporteros de las dos televisoras más grandes del país.

Un amigo camarógrafo, a quien respeto mucho por su trabajo y su trayectoria, me comentaba recientemente que se muere de vergüenza cada vez que su reportero o reportera exige trato preferencial después de una conferencia de prensa. “Está cabrón, no se vale, eso no es correcto”, me dijo.

Jamás he experimentado directamente esa clase de grosería, pero sí he sido testigo de ello más de una vez.

El problema es resultado de un fallo de logística y estrategia, pero tampoco es argumento para faltar al respeto a quien se ha tomado la molestia, profesionalmente, de solicitar su entrevista con antelación.

Evidentemente, también es un problema producto del miedo generado por la ausencia de cobertura en eventos futuros. Sin embargo, ¿no se supone que el impacto de una nota en medios especializados es producto del fondo de la información? Esto suponiendo que en México existiera una gran cantidad de medios especializados en cualquier tema; lo cual es una utopía.

La capacidad en el discernimiento y el manejo responsable de la información deberían ser las garantías determinantes para que un reportero y su medio gocen del respeto que se le da a otros que se escudan tras un gafete con el logo de una televisora. Más aun, la lógica es respetar el orden en el que se solicitó la entrevista.

Un amigo RRPP fue más escueto: “La cámara de televisión apantalla, literal. Pero es una terrible práctica. Si se hace un compromiso debe respetarse”.

La Coordinadora de Cuentas de una agencia de relaciones públicas pequeña pero veraz y profesional, con la que se trabaja muy a gusto, me señalaba en alguna sobremesa que, en muchos casos, las agencias prefieren la cantidad sobre la calidad porque esta última es la que menos le importa al cliente.

Finalmente se trata con marcas y voceros de dichas marcas, por ello, repito, lo elemental, si acaso la necedad proviene del cliente, es que se respete el orden. Al parecer, el terror de no ver dicha marca en Televisa o TVAzteca los lleva a olvidar las formas.

No obstante, “por respeto a un periodista, y a una persona en general, no puedes cancelar una entrevista ni dar la misma información para todos, cada medio requiere información especial. Hay que respetar a cualquier persona, porque es su tiempo”, señaló la directiva de una agencia.

Peor aún, porque yo mismo, en mi calidad de Coordinador Editorial de una Asociación Civil de alcance y respeto internacional, y Editor de sus canales de comunicación, mantengo una excelente relación con clientes transnacionales que se quejan de lo mismo.

-El trato debe ser equitativo –me dijo un directivo de un importante laboratorio europeo.
-¿Y los spammers?
-A esos no podemos controlarlos nosotros. Pero lo que nos importa, más allá de la cantidad de toques que tenga una nota en internet, es el manejo que le den a la información y que la bajen para los lectores verdaderamente interesados.

Tanto en el caso de los spammers, quienes denigran la labor del periodista profesional, como en el penoso asunto de las faltas de respeto, es necesario que las agencias que cometen esta clase de errores determinen una línea de acción que evite la repetición y propagación de estas situaciones.

Finalmente, esto no es algo general sino particular. Por fortuna tengo una excelente relación con algunas agencias de relaciones públicas a las que les importa tanto la manera como se maneja una información como la cobertura ampliada y saben respetar al periodista. No, esto no se trata de jerarquías sino de profesionalismo.

Está de más hacer editorial sobre la manera como algunos reporteros de televisión manejan los conceptos vertidos por los voceros, sin embargo, está claro que la información no cura.

BTXO, Coyoacán, 2016




martes, 21 de junio de 2016

La CNTE y el clamor clientelar... (También a mí van a crucificarme)

Tardé un tiempo en decidirme a escribir sobre el asunto en Oaxaca. Tantito para dejar que pasen las cosas y no generar juicios ignorantes, y un poco por problemas personales y laborales. También, siendo sincero y contraviniendo mi ética periodística, ralenticé mi comentario editorial para no herir ninguna susceptibilidad de personas allegadas, sobre todo aquéllas que parecen no entender que un asunto como éste se analiza desde la raíz.

Uno de los mejores regalos que he recibido durante mis casi 20 años escribiendo es conocer jóvenes que fueron mis lectores y que hoy en día demuestran no sólo cultura sino un criterio informado y tienen la capacidad de verterlo con puntualidad y claridad.

Podría pensar, de no saber que de quien voy a hablar tiene un bagaje cultural e informado de primer nivel, que se trata de un comentario proveniente de las vísceras y no de quien, tras haber formado parte del magisterio, cuenta con la autoridad suficiente para revestir el asunto. Resguardaré su identidad por respeto y seguridad, pero él sabe de quién se trata y que tiene todo mi respeto y admiración.


Mi primer comentario editorial, a nivel personal, es que quien se atreve a hablar o escribir sobre el problema que se suscitó en Oaxaca cuenta con información suficiente y tiene un criterio que va más allá de protestar por protestar o de culpar de todo al gobierno (y no defiendo al gobierno, que quede claro), práctica usual entre quien no distingue entre neutralidad y rebaño.

Desde siempre he pensado que los sindicatos son fortalezas de poder para unos pocos a propósito del pretexto comunal. Debe haber algunos con buenas intenciones, pero son los menos. Cuando en México hablas de sindicatos lo primero que te viene a la mente son prebendas, corrupción, embute, herencia de plazas, puestos de aviadores, enriquecimiento con base en la explotación de las necesidades de otros y, sobre todo, sinergia política con aquéllos que algunos creen que son enemigos de los que componen la infantería de un sindicato.

Para no alargar las cosas sólo puntualizaré a manera de bullets algunos de los comentarios más atinados que mi buen amigo señaló, y celebro, con elegancia y estilo, algo de lo que adolecen los radicales libres de este país:

  • Lo que está pasando en Oaxaca es un caño que se destapó (el tapón era Elba Esther Gordillo) de repente, después de estar acumulando mierda durante años.
  • La CNTE es una institución viciada que busca mantener un arreglo administrativo del que ha ido nutriéndose de coacciones y amenazas de parálisis urbana para quedarse con privilegios que corresponden a una horda clientelar; nada que ver con la idealización con que se les percibe como defensores de la educación.
  • Los maestros están en una disyuntiva: o aceptan ser sometidos a evaluaciones que generen un sistema de meritocracia y de calidad de enseñanza, o hacen lo posible por quedarse con los derechos de corte preporfiriano que ostentan.
  • Heredar plazas es absurdo, ¿y de repente ya estamos todos a favor de que ese régimen perdure?, ¿de verdad queremos que el arreglo siga como está y que la educación nacional siga siendo tan pobre y tan descuidada, secuestrada por maestros y organizaciones magisteriales con derechos que debieron ser abolidos hace años?
  • La educación de un país es cosa seria, su estructura administrativa debe ser diseñada de forma que no pueda ser secuestrada por ningún grupo de poder.
  • Debe ser diseñada para generar un sistema de excelencia y mérito, no de antigüedades y herencias.
  • Las evaluaciones de los maestros tienen que ser por excelencia y no por participación política.
  • Todo está jodido, y los más jodidos son los niños oaxaqueños que, una vez más, estarán en lo más bajos niveles de educación en el país.
  • Por supuesto que nada de esto justifica que haya muertos ni la violencia desmedida del Estado. Pero también es cierto que aquí no hay inocentes.
  • Genera empatía inmediata ver quiénes deben soportar los embates de los granaderos y el poder del Estado, pero lo cierto es que las causas por las que luchan no son nobles aunque sí comprensibles porque esos maestros no saben vivir de otra forma, aunque si pensamos a futuro esas formas sólo han causado sino seguirán causando el rezago educativo de siempre.
  • La prioridad es la educación, no la CNTE, ni los maestros.


No puede haber mayor elocuencia y desde aquí, acorde con estos pensamientos, me retiro a rumiar mi reflexión porque, en este caso, mi querido amigo me ha demostrado que sí hay generaciones que crecen mental y socialmente.

B7XO, Coyoacán, 2016





domingo, 19 de junio de 2016

Silverio 7 – 0 San Ángel

Yo me fijo en los colores. Y hoy el chile rojo mató al pimiento verde. Por lo que los asistentes a La Bipo San Ángel vemos en la pantalla gigante, durante el 7-0 propinado por los andinos, el chile mexicano ya no pica.


Ulises, cómplice de aventuras cuando se trata de lo más intenso del electro nacional, se congratula con cada gol y chiquilla-cabello-corto y yo rogamos por el cinco a cero cuando acaba de caer apenas el cuarto gol, mismo que todavía arrancó un “aaaah” desesperado de la mayoría de los 200 reunidos en el antro. A partir del quinto todos coreamos los goles chilenos, y no por arribistas sino porque ya estuvo bueno de andar vitoreando equipos inflados.



“Qué papelón”, “Ni te extrañes, son unos pendejos”, “Qué mal me cae el Chicharito” son los principales comentarios a los que se suma uno general: “A ver a qué horas sale a tocar el huevón de Silverio”. Sí, Silverio, hijo pródigo de Chimpancingo, Guerrero, que viene a demostrar que, al menos en otras vertientes, el chile mexicano no ha perdido contundencia. Y cuando el alter ego de Julián Lede toma la tarima con su traje negro con pendejuela el respetable se transforma en un ejército de Gremlins recién bañados.

Pero el show no está en la tarima ubicada en las alturas (vaya ocurrencia, tortícolis garantizada) sino en el slam que se arma con tal velocidad y violencia que ya quisieran alquilarlo los organizadores del Hell & Heaven para sazonar su festivalito de cartuchos quemados. Los Gremlins mojados se transmutan en canicas en comal con tal intensidad que el equipo de seguridad de La Bipo tiene que esmerarse para calmar las ansias provocadas por ese dinamo que azota sus puños sobre los pads de su controlador de ruidos.

Silverio es un arquitecto en reversa, deconstructor de sus obras las rompe, las pausa, las repite, las encima, las desarma; es el peor DJ del mundo pero se las arregla para que ese desorden tenga la coherencia suficiente para armar una fiesta que se extiende por casi 90 minutos y para hacernos olvidar las pifias del segundo peor DJ del mundo que, antes de Silverio, de caballazo en caballazo pasa de Daft Punk a Magneto y Gloria Trevi sin ninguna clase de pudor. Al DJ le vale tanta madre ser tan malo que después del set se pavonea por ahí cerveza en mano.

Gracias a esas bellas amistades repentinas que se forman en el nido del personal respetable que ha pagado 100 pesos por boleto y cervezas a 50, no nos aburrimos durante el set del segundo peor DJ del mundo. Aparece una cámara de prensa por ahí y todos pintamos dedo al aire, recordando el sello triniano; gritamos los goles en contra; pendejeamos al Chicharito y a Ochoa que, en un partido, recibe todos los goles en contra que no ha recibido en toda su carrera en España (básicamente porque jamás juega); y yo me fijo en los colores de cabello, los vestidos, los ojos, los labiales y los aromas (los olores también tienen color) de las chicas que andan por ahí ansiosas por ponerse a bailar.

Chaparrita-faldacorta y Chulada-blusita-a-rayas son las más entusiastas y ésta última necia con que me meta al slam. El escándalo de Silverio es tal que no puedo explicarle que no bailo por varias razones: soy analista musical y DJ y vengo a apreciar las evoluciones musicales de Silverio (¡ay, ajá!); traigo lentes; tengo 41 años; la rodilla jodida y no tengo ni edad ni ganas para meterme al slam, así que solamente le sonrío y muevo mi cabecita con estilo, como en fiesta lounge con un martini en la mano.

Frente a nosotros vemos un cruce cultural típico de estas fiestas. Primero una escena que dibuja a la perfección el día de quincena/después de la quincena: a la izquierda tres mirreyes del Ipade con camisa de seda color rosa y corte de pelo de 500 pesos y a la derecha tres godínez en huida con falsos chalecos Ferrari que llegaron en Metrobús. Y después, los mirreyes buscan contacto visual con Chaparrita-faldacorta y sus amigas de corte más autóctono que les dan batalla y se los chamaquean escamoteándoles una ronda de cervezas para medio bailar con ellos discretamente. Luego, por su entusiasmo, uno de los mirreyes, seguro delfín de una familia de apellido rimbombante, es echado a la calle por no entender que el slam es un baile tribal y no una madriza generalizada.

¿Y Silverio? Silverio es un showman que entiende perfectamente las necesidades nazarenas del mexicano promedio. Insulta y se deja insultar, provoca y todos caen en ese juego aparentemente incorrecto que es su trademark, su ventana de oportunidad en cada presentación. Ya mienta madres, ya se burla del reciente 7-0; de cada vaso de cerveza que le sirven toma la mitad y la otra la escupe al respetable después de hacer buches, es la misma analogía de los Gremlins, los moja para que no decaiga el entusiasmo.




Luego empieza a encuerarse, primero el saco, luego el blusón con holanes, luego el pantalón hasta quedar en ese atuendo de relajación zen que todos adoptamos al llegar a casa después de una dura jornada de trabajo: ¡en calzones! ¡Ámonos! Y así cada tarde el estatus de Facebook: “Descansando en modo Silverio”. Y así en trusa roja se enfrenta, sigue insultando y escupiendo, enseña la mitad de sus partes nobles (ni tan nobles, eso es seguro) y provoca que una señorita-virginal-pero-soy-mesera-del-Angus se tape los ojos haciendo algunas muequitas de asco que le permite su media embriaguez.



Los más fans de Silverio son los que más lo insultan. Vaya diálogo más efectivo. Silverio es, como Sopa de Caracol o Caballo Dorado, el mejor pretexto para sacar el cobre. Mexicano para los mexicanos. Actitud más punk que la de los payasos-crestasverdes-tengoiPhoneybotasDr.Martens-pero-doy-portazo que van al Chopo cada sábado a tomarse fotos con los turistas. Si los maestros de la CNTE o AMLO se organizaran como se organiza el slam con Silverio, México sería otro país (¡ay, ajá!).

Chaparrita-faldacorta y Chulada-blusita-a-rayas-me-caso le ponen un estate quieto al patriarcado (no al patriotismo, ojo) y son de las muy pocas que no le huyen a la granizada de madrazos dentro del pit que gira y da vueltas y rueda girando como en concierto de death metal y no como la víbora de la mar que se arma con Babasónicos.

Es imposible llevar un orden de tracks pero suenan Perro, Yepa Yepa Yepa, El Baile del Diablo y Salón de Belleza que transforman el local de Avenida de la Paz, San Ángel, en cualquier tugurio de la Calle Revolución de Tijuana.

Y de pronto dice Silverio sanseacabó y se larga entre insultos, no sin antes derramar la chela desde las alturas sobre el rostro de una fan de corte sintético quien, gozosa, recibe el elixir de su majestad y que a estas alturas debe estar dormida abrazando su Hello Kitty de felpa.

La adrenalina es tal que tomar un taxi no es opción así que Ulises (DJ Uli) y yo (B7XO) caminamos hasta nuestras respectivas casas con nuestros acufenos auditivos sobre Miguel Ángel de Quevedo, pensando que el verdadero marcador de hoy fue Silverio 7, nosotros 0.

B7XO, Coyoacán, 2016



jueves, 9 de junio de 2016

Yo (ya no) quiero mi MTV

Desde que fue posible bajar las canciones a la computadora y después integrarlas en un dispositivo para reproducir archivos MP3, la industria de las compañías discográficas se fue al carajo. Wow, cuánta verdad la de este tío, dirán con sorna…, pero lo cierto es que la mayoría no advierte lo que sucedió detrás de sus costumbres. Siempre es bonito e interesante repasar los momentos del pasado próximo y advertir nuestros niveles de responsabilidad.

Cuando era analista musical 100 por ciento me preguntaba por qué existían cronistas tan malos, y revistas peores, realizando críticas positivas de grupos francamente deleznables como Aterciopelados o Jarabe de Palo, y deduje que la culpa no la tenían los escritores sino quienes los leían y les otorgaban cierta credibilidad sin detenerse a pensar en los favores secretos que aquéllos recibían de las disqueras.

A mí nadie me regaló nada. Alguna vez, durante una cena en mi casa en compañía de otros periodistas, alguno me preguntó por qué sólo tenía en un mueble apenas 150 o 200 discos. “Porque yo los compro, no me los regalan”, dije y era verdad. Lo que no dije era que el disco duro de mi computadora albergaba cerca de tres mil 500 canciones elegidas por mí mismo. Esto equivalía a cerca de 350 discos más con puras canciones que me gustaban, es decir que yo opté por dejar de lado la paja. Esto a su vez equivalía a casi 53 mil minutos de tiempo invertido para su descarga si tomamos en cuenta que Napster se tardaba casi 15 minutos para una canción a la velocidad que entonces permitía Prodigy. Hoy me tardo menos de un minuto en descargar tres canciones al mismo tiempo y ya he perdido la cuenta de la cantidad de archivos MP3 que componen mi bagaje musical. Todo puede resumirse en una frase: “Yo no pido, yo arrebato”.


Hace unos minutos, mientras dilapidaba tiempo vital en ese ejercicio terapéutico llamado zapping me detuve en MTV y me di cuenta de que hacía años que no le ponía atención a ese otrora santuario para los amantes de la música. En la escena a cuadro un chico y una chica brasileños recostados en una cama susurran un complot contra otra chica, se trataba de un reality show. Avancé la programación y advertí que no había un solo espacio dedicado a la proyección de videos y me entró un poco de nostalgia; sólo un poco. Me pregunté qué había sido de aquellos programas de música alternativa (¡válgame Dios con el término!) que en viejas épocas me mostraba videos de The Lightning Seeds, The Sundays, Belly o The Charlatans UK. Lo extraño fue mi reacción inmediata, plagada de frialdad. Vine a la computadora, abrí Youtube y vi un video de Belly, así de sencillo.

Cuando la gente de mi generación se queja del cambio tan radical que experimentó MTV al dejar de programar videos pienso que los más jóvenes no tienen ni idea de lo que alguna vez fue Music Television. Ahí está VH1, convertido en una especie de “620, la música que llegó para quedarse”, pero le falta esa sensación de conquista que brotaba cuando, armados con lápiz y papel, copiábamos el nombre de la canción, la banda y el disco que aparecían en el súper que acompañaba al video al principio y al final.


Así es que hoy me pregunto, en descargo de las críticas que los millennials nos recetan a los más viejos aparentemente menos tecnológicos: ¿es necesario que MTV retome su concepto original? Posiblemente no. ¿Para qué? Para qué si tenemos la información a la mano.

No obstante, los viejos tenemos una ventaja, y es que vivimos la historia.

Apenas hice una pregunta en mi muro de Facebook sobre la primera canción que bajamos en Napster y mi muy querido amigo Eduar Dola salió con un chiste muy negro: “Una de Metallica”. ¿Por qué es curioso para otros y no para nosotros? Porque nosotros conocemos la historia. Es decir que mi generación no pide ni espera, arrebata.

B7XO