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viernes, 30 de enero de 2015

Radiografía del intelectual cretino

El exceso en los aspavientos denota un fondo incompatible con el mensaje. Es decir: aquél que presume mayor experiencia sexual es quien en la realidad se asusta con el olor de la axila de una mujer. Va otro ejemplo: la cantidad de fotografías que te has tomado con famosos es inversamente proporcional a tu autoestima; lo mismo sucede con los autógrafos. A ver si se entiende: las fotografías con famosos no van a cambiar tu vida ni te hacen mejor persona, al contrario. Te cambio esa foto por una charla, por algo que hayas aprendido de ese personaje más allá de sus películas o canciones. No me das nada a cambio.

El homofóbico tiene un remedio: salir del clóset. El pretendido intelectual tiene el suyo: aceptar que es un cretino. Inclusive, entre aquellos que fueron carne de bullying en su infancia hay categorías. El sello en el rostro del inmolado no se quita con maquillaje, aguarrás o trabajo de gimnasio. Detrás de cada pretendido intelectual hay una historia de terror que lo orilla a portar una máscara de mentirosa suficiencia. Por otra parte está el famoso diseñador de videojuegos violentos que toleró la ignominia de ser el puerquito de la escuela y al final creó una obra maestra con base en la visualización de sus victimarios y el odio que guardó para ellos durante tantos años en forma de pixeles. Hoy aquéllos limpian sus escusados.  

Así como el dinero y la educación, la erudición no necesita efectos especiales. En su libro Generation X, Douglas Coupland hace referencia a los puntos de engorde como el microcosmos en el que dicha generación pretende cultivar el intelecto sin mover un músculo. En ese sentido, el sedentarismo traspasa la cuestión física y afecta directamente el cerebro. Cuando un paciente con asma experimenta un episodio, los terapeutas le indican que se concentre en el sitio que ocupa en ese momento y lo conciba como su lugar feliz para que se tranquilice y de esa manera la tráquea se abra y le permita respirar en lo que llega el remedio. La mente salva vidas. El punto de engorde, el lugar feliz del cretino, son las redes sociales. Ahí y ante personas que no lo conocen en realidad sino advierten sólo lo que el cretino pretende que adviertan es donde se yergue su tranquilidad. Un estudio señala que al menos 50% de tus amigos en redes sociales no te conoce en realidad, por ello, cuando el cretino se enfrenta a la vida real le es imposible colocarse la máscara. De ahí que aprenda a sortear el impulso del trol que busca desenmascararlo: “A mí qué me cuentas si solamente lees por inercia, moda o imagen.”

El lugar feliz del cretino se representa también en los ambientes que serpentea. Ante la imposibilidad de sortear otras fronteras, el cretino tira el ancla, y hasta dos, para mayor seguridad. Su atrevimiento por lugares sórdidos, física e intelectualmente, está dirigido por la salvedad de su empleo o los cálidos brazos de un RP. No obstante, eso no lo exime de tratar de demostrar que peina cualquier territorio comanche gracias a las ventajas de la ficción con que salpica sus crónicas verbales o escritas. Si cuando era un inepto sin la experiencia suficiente de defender su carne vía la desesperación, con tal de respirar tranquilo, mucho menos logrará dejar de lado su condición de niño panqué para echar un atisbo al lado oscuro. Ya no le pidamos que engendre en Eric Harris o Dylan Klebold (ahí le investigan porque no voy a hacerles su tarea) porque eso supone demasiado esfuerzo y consecuencias poco agradables. No obstante, Harris y Klebold obtuvieron dividendos, según su causa, aunque después “escaparan” por la puerta trasera. El problema es que en el lado oscuro no hay salidas de emergencia. Y los cretinos lo saben.

Finalmente, el cretino también advierte la dificultad de la originalidad. El sincretismo entre sus deseos y su realidad es inexistente, inoperable, por ello prefiere activar una especie de monstruo de Frankestein antes de saber que, inclusive en el intelecto, los organismos pueden rechazar órganos ajenos, tan incompatibles como la misma máscara. De ahí que sus teorías triunfalistas posteadas en Facebook suenen como si las mentara un paciente con derrame cerebral.

El pretendido intelectual es un pez cretino e idiota que no puede respirar fuera del agua. Es decir que no ha evolucionado, ni lo hará, precisamente porque el miedo ante la incuestionable presencia de su pasado le impide traicionar sus raíces pretenciosas y deliciosamente cobardes. (Btxo, Coyoacán, 2015)

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