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sábado, 17 de diciembre de 2016

El mundo futuro: Trump, Los Cadillacs, Texas y el nuevo himno nacional

Hace poco, a propósito del Vive Latino 2017, señalaba en mi espacio editorial de Rock 101 que Los Fabulosos Cadillacs –sí, aún existe– tocaría (en singular porque hablo del grupo) en uno de los escenarios de ese festival que debería llamarse mejor el Granero Latino, por tanta paja (¡qué bueno que esto no es España!), y sugería, sólo sugería, que la cosa sería estéril porque el grupo le canta a un mundo que ya no existe. ¿Por qué? Porque los chairos de antes no son los chairos de hoy. Y no es que el chairo pasado fuese mejor.


“Chairo pasado no mueve la marcha” sería un buen refrán para dibujar este asunto, y miren que detesto las frases hechas.

Siempre he pensado que las frases hechas y los refranes ayudan a la gente a no pensar. Es decir: ¿para qué digo algo inteligente de mi sagaz autoría si puedo repetir lo que vomita todo el mundo? La cultura milenaria del copy paste. A la gente que usa frases hechas o refranes le da miedo pensar por sí misma. Alguna vez, harto de escuchar que algunos de mis amigos y conocidos usaran frases hechas y refranes, y harto también de poner cara de orto cada vez que alguien salía con alguna estupidez antihigiénica como “en boca cerrada no entran moscas”, les dije que todo el día usaría frases hechas frente a ellos para que su ignorancia y su flojera mental se vieran reflejadas en mí, a ver si les daba un poco de vergüenza. Así lo hice, les valió madre la lección y me sentí tan imbécil que por poco voy y solicito beca en algún CRIT del Teletón porque fue tal mi retraso mental, pasajero pero bien cabrón, que ya comenzaba a sentir en el pecho los colores del América. Lo peor es que los usuarios de frases hechas y refranes se sienten cultos. Y leen a los Bucay.

Luego me sucede que desarrollo mi propio arsenal de frases hechas, con cierto toque de sofisticación, y nadie me entiende. Ah, ya sé, todos dicen la misma estupidez una y otra vez porque se entienden entre ellos. Es decir: las frases hechas están diseñadas para que emisor y receptor no se vean en la penosa necesidad de tener que pensar. Hasta ahora el mejor piropo involuntario que alguien me ha lanzado no fue referente a mis nalgas sino a que constantemente hago bromas sofisticadas, igual nadie se ríe pero el piropo vale la pena.

Total que viene Los Fabulosos Cadillacs a México por enésima vez (¿quién tendrá más sellos mexicanos en sus pasaportes: Los Fabulosos… o Placebo?) y por enésima vez se les festeja la visita porque no es que los mexicanos tengamos memoria ni seamos excelentes anfitriones ni nos pegue la nostalgia sino que nos provoca una hueva total tratar de entender y acostumbrarnos a bandas nuevas que, de paso, ya no usan trompetitas ni saxofones ni congas para tratar de pasar por latinos. ¡Pinche Saúl Hernández ése fue el legado de le dejaste al país! Además México consume todo lo que viene del otro lado de cualquier frontera, inclusive desde Monterrey. Y hasta eso los chairos se han visto sosegados porque ya los veo en Change.org pidiendo firmas para que La Célula que explota sea el nuevo himno nacional. ¿Qué no aprendieron nada de Gustavo Cerati?

Lo que Vicentico y sus huestes no entienden es que el escenario del nuevo orden mundial es el espejo negro de los dispositivos móviles, y que los adeptos a las marchas vitorean y postean estrategias de contradefensa desde el sofá que su mamá les compró, idéntico al que tenía Coco Chanel en su atelier (¿checaron qué gracejo más sofisticado?), mientras se empinan una cerveza artesanal que pidieron a domicilio al Superama. Obviamente, como fondo musical parido por la bocina Bose bluetooth Soundlink III, alimentada desde el iPhone y que descansa en una credenza Limoge Handles con base de porcelana, suena Mercedes Sosa.


Como mencioné también en mi editorial en Rock 101, el único músico cuyo impacto disidente a nivel global se mantiene como un must es Roger Waters, a pesar de que los millennials menos enterados piensen que The Wall es una ópera rock dedicada al muro de Berlín o, en el peor de los casos, que el británico la compuso a propósito del muro de Trump (¡Viva México, chingao!).

Ya veo a Los Fabulosos Cadillacs apoyándose con imágenes de Trump al momento de tocar Mal bicho. “¡Puuuta, qué originales, goeeeey, eso no se ha visto nunca, paps”, dirá el estudiante de maestría en Mundo Contemporáneo de la Ibero que luce playera del Ché Guevara y graba el concierto en su iPhone dorado para subirlo a la nube, “goeeeeeey, estos maestros son la vanguardiaaa, caún”.

Y Vicentico: “Veamo’, pibes, una puteada al boludo rompebolas de Tramp, ¿viste?”… Y la masa: fi fi fi fí fiiiiiiiiií!!! y: eeeeeeeeeeeh, puuuutoooo!!! Tanta mentada contra Donald Trump y yo que quiero lanzarlo como candidato para delegado de Coyoacán.

Y sigue Vicentico: “porque el tipo es un brisco (insulto homofóbico) parido por mil putas y sha que reviva Galiano (sepa por qué se tragan la “e” siempre esos weyes) pa’ que le dé una patada en el orto al abombado conchesumadre”. Y la masa: “wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”.

I mean… ¿Qué no tendrán Twitter estos cabrones que no saben que esos insultos, y peores, se postean a diario arrobando al mismo Tramp? Puede, sólo puede que el concierto de Los Fabulosos Cadillacs –sí ésos que están contra el imperio estadounidense pero se robaron el nombre de una banda de Texas (¡encima Texas!) llamada The Fabulous Thunderbirds– tenga éxito si va por Skype o al menos lo periscopean de vez en cuando. Si no, no hay forma.

Porque para cuando toquen Manuel Santillán, El León, los menos enterados, que estarán inventando el hashtag adecuado, se preguntarán si esa canción se trata de un defensa de Boca Juniors o Gimnasia y Esgrima de La Plata, y si ya lo compró el América junto con cuatro abanderados.


Por ello, para causar impacto, Los Fabulosos Cadillacs tiene que actualizar sus canciones. Mal bicho debería llamarse Millennial o Nini; Vasos vacíos debería ser algo referente a Me dejaste en visto, por aquello de las palomitas azules sin respuesta; Matador sería algo así como Ganar-ganar; Siguiendo la luna algo como Buscando señal wifi sin contraseña para whatsappear mi ubicación en la marcha y que Ríos de lágrimas termine siendo ¡Mierda!, no tengo datos.

A ver, no sé si entiendan los neo chairos pero las venas abiertas de América Latina ya son wireless. Cuando Vicentico cantaba solo estaba mejor porque era menos petulante y cretino.

Por eso Los Fabulosos Cadillacs va a cantarle a un mundo diferente, porque la única revolución que ha servido para algo fue la que comandaron Obi-Wan Kenobi y Luke Skywalker, y sin internet.

Y sí, hay mejores y peores… La bailo como fondo musical, pero de que hay diferencias, bastantes. En su momento fue…, mh, digamos, intensa. ¿Hoy? Palabrería adosada a la nostalgia. Además me la dedicó una ex, ¡y eso mola! ;)

El Bicho, diciembre 2016.



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