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jueves, 24 de septiembre de 2015

¿Esperaban promesas y compromisos ante Los 43 de Ayotzinapa?

“Un converso a la vez”, Julian Assange.

Son las 18:40 horas, voy llegando a casa en Coyoacán después de un día de  trabajo bastante movido e impetuoso que imponía decisiones rápidas y me encuentro con que en las redes sociales las emociones se han mezclado lo suficiente después de la conferencia de prensa de los padres de Los 43 de Ayotzinapa. Algo que ya se esperaba.

La mayoría de los comentarios versan sobre la impotencia que se experimenta, la injusticia social y política, gobierno asesino, cero promesas de parte de EPN, etc… Reacciones predecibles, eso ya se dijo, de las cuales no importan ni la forma ni el fondo sino lo que existe detrás de ellas y su origen.

Personalmente confío más en la reacción de una madre de familia y ama de casa que mienta un sincero “gobierno cabrón” mientras acaba de secar los trastes de la comida y se dispone a preparar la cena, que la reacción visceral y revanchista de un militante de la Revolución Starbucks que mienta madres desde el sofá y programa un setlist en Spotify. Quizás otra madre de familia oriente su preocupación o enfado hacia el comportamiento de los trágicamente 43 desaparecidos que se “metieron en esas cosas por andar en malos pasos”. O habrá a quien todo este tongo le parezca poco interesante y desee que ya comience su telenovela, su serie en Netflix o su partido de futbol. También se vale.

Es decir que siendo la sociedad un grupo compuesto de individuos con derechos y obligaciones, cada individuo tiene el derecho de interesarse o no y no por eso es un traidor a la patria. Pero también tiene la obligación de informarse y a partir de ahí tomar una decisión.

Esto podría explicarse por las diferencias generacionales, no obstante, no es así. Por el contrario, en este país las cosas suceden al revés.  

Al parecer los adultos que tienen cierta responsabilidad con un hogar o siendo cabezas de familia, desde sus trincheras, han entendido que una revolución comienza desde una persona que puede, o no, cooptar a otros para manifestar un cambio que puede ser multidimensional. Mientras tanto, la efervescencia “chaira” (término ya socialmente aceptado que define mas no denigra) orilla a sus militantes a buscar las “soluciones” de siempre y a DENIGRAR, ellos sí, a quienes tienen asuntos personales más importantes por los que deben pelear.

Esto nos conlleva a pensar en el bagaje cultural e ideológico que tiene cada persona además de su capacidad de sorpresa y su captación de la realidad.

¿En verdad creían que EPN prometería algo concreto y firmaría compromisos? ¿A estas alturas seguimos creyendo que las promesas gubernamentales no son parientes de los Reyes Magos o el renacimiento del Che Guevara?


Aquella madre de familia, quien quizás fue una jipi con su ideología bien cimentada más allá de utopías, hablará con sus hijos y les dirá: “peleen sus batallas nomás tengan cuidado”.

Quizás el padre de familia pensará en el tan manoseado Paro Nacional (una verdadera incongruencia) apretándose las manos porque quizás nadie compre en su tienda o se suba a su taxi. ¿Alguien ha tenido la decencia de contabilizar la cantidad de fuentes de empleo que se han perdido a causa de las marchas de la CNTE? ¿Alguien sabe cuántas personas han sido despedidas por llegar tarde tres veces en una semana a cusa de los bloqueos? ¡Claro que no! Porque la ceguera generalizada y proveniente de la Revolución Starbucks no permite que sus militantes aprecien el fondo de los acontecimientos, el resultado de una actitud beligerante en contra del gobierno que afecta a todos menos al gobierno. Y también porque para el chairo promedio eso es capitalismo y con ello demuestra un tremendo resentimiento social hacia sus semejantes.

Ahora, a un año de la desaparición de Los 43 de Ayotzinapa, el tema vuelve a tomar fuerza; y hace unos días los desplazados de Siria; y hace unas semanas era Angye, y semanas antes Rubén y meses antes la Guardería ABC. El tren del mame para quienes advierten la situación desde el taburete presenta muchos vagones para subirse sin salir de casa. Como analogía de un sistema de discriminación positiva cada quien se sube al vagón en el que se siente más cómodo.

La organización de una marcha de protesta se asemeja a la organización que hay en una boda para bailar Caballo Dorado.

Y no dudo que haya personas que acudan con un patriotismo real, verdaderamente preocupados por saber qué ocurre ahí, por empaparse de información que después verterá entre sus conocidos para tener una buena discusión y una lluvia de ideas y comiencen a actuar de forma personal. Pero los otros son más.

Hasta el momento las marchas han dejado un saldo rojo con golpeados, lastimados, arrestados justa e injustamente pero no han generado nada positivo más allá de copar un crisol con individuos de diversas ideologías y estratos sociales.

Porque lo importante no es llenar las calles de gente si esto no generará una respuesta positiva. Al contrario, lo importante es confeccionar mensajes, aprovechar la facilidad que brindan los medios de comunicación, escritos y electrónicos, más allá de memes y mentadas de madre repletas de hashtags sin ninguna clase de estrategia.

La ignorancia y la falta de visión son los agentes que han permitido que los canales de comunicación desarrollados por jóvenes críticos con gran influencia en un sector importante de la juventud desaparezcan, y me refiero a los programas de radio en Ibero 90.9, Reactor, y publicaciones culturales como La Ciudad de Frente, entre muchos otros. No, ya no es tiempo de mamar espejismos como los hoyos fonkis para verter el mensaje de las neuronas y las ansias.

¿Alguien recuerda la marcha que se organizó cuando murió Rock 101? ¡Claro que no! Porque a los jóvenes no les interesa la historia más allá del 2 de octubre, al mismo tiempo un buen pretexto para el espejismo del activismo social.

Las formas han cambiado y quienes se supone que tendrían que organizarse de acuerdo a los tiempos que corren siguen peleando con palos y piedras, unos, y otros tuiteando desde el sofá degustando su cocoa con bombones y esperando la venida del señor.  

No, señor, los milagros no existen porque los cambios se trabajan, se ungen de urgencia y organización con las herramientas que hay a la mano; se trata de saber trabajar las necesidades generales sin descuidar las personales. Nadie cuerdo en este país dejará su empleo y a su familia desprotegida para tomar un arma y salir a hacer la revolución.

Somos células descompuestas que comenzamos a crear un cáncer social más allá de las estupideces y la injusticia de los proyectos personales del gobierno. ¡Estamos fastidiando a los afines! Se trata de crear tumores positivos (si vale el término) que contagiemos a otras células y busquemos la mejor manera de sobrevivir y de infectar a la sociedad de trabajo e ideas propositivas. Lejos está de la cordura ser un iconoclasta si no se comienza por los vicios personales.

Quien no busque una solución personal para comenzar a actuar de forma proactiva es un chairo, sí, aquellos que ven complots en todo lo que se mueve, los que mientan madres con hashtags y después presionan ENTER.

No es chairo quien se monta en una cruzada que lo afecta directamente, como Los 43 de Ayotzinapa, sino aquél que se sube al tren del momento sin tener idea  de lo que pelea y piensa que va a tuitear mientras endulza su macchiato que pagará con la mesada que su padre funcionario de gobierno le deposita cada quincena. Para que vean que los chairos sí existen.

Tampoco son chairos aquellos que montan obras de teatro con ideología y mensaje, no son aquellos que producen podcasts para alcanzar audiencias inteligentes, no son quienes toman una pluma y gracias a su inteligencia comienzan a tejer redes por medio de un blog que tendrá cientos de seguidores si en su contenido hay coherencia; tampoco quienes aprovechan sus herramientas para enviar mensajes propositivos con cortometrajes o películas o guiones inteligentes.

México no va a cambiar a menos que los mexicanos cambien con inteligencia. Pero parece que todo se lo dejamos al gobierno. Eso sí es comodidad y conformismo. Queremos un gobierno de primer mundo pero el pensamiento y las acciones de la sociedad son de tercer mundo.

Y creer que el gobierno dará solución al caso de Los 43 Desaparecidos de Ayotzinapa es no sólo una cretinada sino una utopía de las más bajas.

¿Cuántos de los miembros de la Revolución Starbucks conocen el caso de Aguas Blancas o Las Abejas? Pocos, eh. Muy bien, ahí está su respuesta.

Sí, el desinterés, o bien el “interés” fingido del gobierno y EPN, es un cruzado directo a la mandíbula de la sociedad, una chingadera, pero qué se ha organizado para contrarrestarlo además de emprender marchitas o mentar madres cómodamente desde su sala recién adquirida en Dico.



¡Ya basta! 

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