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domingo, 8 de noviembre de 2015

El capricho de la cara alfombrada y las motas flotantes de neón

¿No radica la evolución en el cambio?

Hoy entendí la importancia de estar cambiando siempre. De darle una remozada a ese “tú” con el que convives día a día y al que saludas todas las mañanas en el espejo del baño. Justo ese “yo” al que a veces no soportas.

“Los viejos no cambian” dicen los más jóvenes que algún día llegarán a esa edad en la que, según ellos, no se cambia. Sabia razón.

Con los años se van coleccionando costumbres que se convierten en caprichos y cuya presencia nos evita convivir con los demás.

Veo a mi padre, por ejemplo, que en su vida ha sido futbolista, músico, escritor y director de teatro, cuentista, prosista, ferretero, pescadero, cafetero, asesor parlamentario y lo que falta. Según veo, no sólo ha aprendido tanta cosa sino se ha divertido mucho.

¿Alfombrarse la cara es una decisión o un capricho? Dejarse el cabello largo de forma perenne aunque sepas que te ves terrible y tus gestos de siempre denotan que esa greña ya te estorba.
¿Por qué no levantarte más tarde los domingos si siempre lo haces de madrugada? ¿Por qué no disfrutar un amanecer en lunes? ¿Por qué no aprender a escuchar otro tipo de música? ¿Por qué no enamorarte, para variar? Si los focos de neón de aquel anuncio que te remueve la entraña no flotan por qué empeñarse en hacerlos volar.

Sólo aceptando que esas costumbres arraigadas se vuelven caprichos volveremos a ser felices.

Lo siento mucho, en todo caso, y gracias por la enseñanza.

BTXO, 2015

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