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domingo, 7 de agosto de 2016

La visión progresista de los niños…

Cuando salgo con mi hijo Leonardo y no tenemos un plan establecido basta con verlo a los ojos para saber que improvisar nuestros pasos genera excelentes dividendos.

Nos dividimos la responsabilidad. Él sugirió comenzar con una visita a la Estela de Luz y el Centro de Cultura Digital porque, en sus palabras, le parece un lugar “tranquilo, moderno e interesante”, en el cual se siente a gusto por su carácter francamente tecnológico y porque puede tocar, hacer y deshacer a placer. Yo sugerí, más en el plan de ir a confirmar su pésimo estado, el zoológico de Chapultepec.

En el CCD nos entretuvimos bastante con la exhibición Arcadio, creada por el Laboratorio de Tecnologías Libres. Se trata de un montaje programado en los lenguajes Openframeworks, con el cual se realizó la lógica del juego y las secuencias visuales, y Pure Data para la programación sonora. También acudimos a Memorial, espacio diseñado para albergar exposiciones de arte sonoro y piezas lumínicas por comisión, cuyas luces y sonidos pueden ser controlados y programados desde cualquier parte del mundo.



La aproximación de Leonardo a este tipo de exposiciones me confirma la necesidad que tenemos los padres de reubicarnos en el plano sociotecnológico en el que viven y se desarrollan nuestros hijos para no rezagarnos y poder compartir sus inquietudes e impulsos.

Por otra parte, la idea de acudir al zoológico, como se lo expliqué a mi hijo, radicaba en la necesidad de confirmar la manera como un viejo proyecto, que hace años fue presentado como algo innovador, ha ido deteriorándose por el olvido, la burocracia y el desinterés.

Pero no se trata sólo del zoológico sino de un gran porcentaje del bosque, el cual perece bajo toneladas de basura, un escándalo imposible y, en general, por el regazo educativo de una ciudad empobrecida y prostituida en sus sitios públicos.

Como en una interminable secuencia de fondo parida desde los peores escenarios de América Latina, para llegar al zoológico a pie es necesario atravesar un túnel de vendimia de productos grotescos sobre el cual se mezclan olores putrefactos y alaridos proferidos por gente horrible y maleducada, patentando esa característica del fuereño que cree que el escándalo vende.

También es indispensable esquivar racimos de niños que se te embarran, te golpean y te patean, y cuyos padres te empujan sin misericordia y ni siquiera un simple “usted disculpe”. ¿Acaso no es éste el mejor ejemplo para la paternidad controlada? ¿Es necesario traer más de dos hijos al mundo?

Fueron pocos los animales que pudimos apreciar debido al tumulto de gente que al parecer jamás ha visto un lémur y se arracima frente al cristal tratando de tomar la foto ganadora del concurso de Animal Planet. Para eso está Google, ¡por favor! Para colmo del lémur nada más se veía la cola porque, seguramente harto, prefirió esconderse de esas miradas horribles y esas narices con mocos duros que la agarraban a golpes contra el cristal para llamar la atención de ese animal que seguro está más estresado que Osorio Chong. Luego se preguntan por qué Bantú tenía un mal cardiaco.

Los animales están sucios, descuidados, se perciben tristes y cansados. Las instalaciones del zoológico repletas de charcos porque su drenaje no tolera los enviones pluviales que manda su vecino Tláloc, así que hay que andar saltando como en una patética versión del juego del avión, con el riesgo de acercarte de más a ese tumulto maleducado y maloliente. Una cosa es ser humilde y otra ser sucio y grosero.

No toleramos más de 20 minutos dentro y salimos huyendo en busca de aire.

Es evidente que no sólo el zoológico sino Chapultepec necesita una remozada fundamental. Y a pesar de eso hay quien se opone a las mejoras que, al parecer, se harán en la zona sin consulta previa. ¿Pero qué puedes consultar a sus visitantes regulares si con trabajos saben escribir?

Privatizar el zoológico sería una excelente opción.

Finalmente, fue mi hijo quien tuvo la mejor idea, al menos respecto al zoológico.

-¿Qué cambios le harías? –le pregunté al ver su gesto de decepción después de que me dijera: “Recuerdo cuando venimos la primera vez con mamá. Era un lugar bonito”. Su respuesta fue más que progresista.
-Para empezar cierro el zoológico y dejo a los animales en libertad, papá.

Así los niños de hoy.

Btxo, Coyoacán, 2016

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