Cuando salgo con mi hijo Leonardo y no tenemos un plan establecido
basta con verlo a los ojos para saber que improvisar nuestros pasos genera
excelentes dividendos.
Nos dividimos la responsabilidad. Él sugirió comenzar con
una visita a la Estela de Luz y el Centro de Cultura Digital porque, en sus
palabras, le parece un lugar “tranquilo, moderno e interesante”, en el cual se
siente a gusto por su carácter francamente tecnológico y porque puede tocar,
hacer y deshacer a placer. Yo sugerí, más en el plan de ir a confirmar su
pésimo estado, el zoológico de Chapultepec.
En el CCD nos entretuvimos bastante con la exhibición
Arcadio, creada por el Laboratorio de Tecnologías Libres. Se trata de un
montaje programado en los lenguajes Openframeworks,
con el cual se realizó la lógica del juego y las secuencias visuales, y Pure Data para la programación sonora.
También acudimos a Memorial, espacio diseñado para albergar exposiciones de
arte sonoro y piezas lumínicas por comisión, cuyas luces y sonidos pueden ser controlados
y programados desde cualquier parte del mundo.
La aproximación de Leonardo a este tipo de exposiciones me
confirma la necesidad que tenemos los padres de reubicarnos en el plano
sociotecnológico en el que viven y se desarrollan nuestros hijos para no rezagarnos
y poder compartir sus inquietudes e impulsos.
Por otra parte, la idea de acudir al zoológico, como se lo
expliqué a mi hijo, radicaba en la necesidad de confirmar la manera como un
viejo proyecto, que hace años fue presentado como algo innovador, ha ido
deteriorándose por el olvido, la burocracia y el desinterés.
Pero no se trata sólo del zoológico sino de un gran porcentaje
del bosque, el cual perece bajo toneladas de basura, un escándalo imposible y,
en general, por el regazo educativo de una ciudad empobrecida y prostituida en
sus sitios públicos.
Como en una interminable secuencia de fondo parida desde los
peores escenarios de América Latina, para llegar al zoológico a pie es
necesario atravesar un túnel de vendimia de productos grotescos sobre el cual
se mezclan olores putrefactos y alaridos proferidos por gente horrible y
maleducada, patentando esa característica del fuereño que cree que el escándalo
vende.
También es indispensable esquivar racimos de niños que se te
embarran, te golpean y te patean, y cuyos padres te empujan sin misericordia y ni
siquiera un simple “usted disculpe”. ¿Acaso no es éste el mejor ejemplo para la
paternidad controlada? ¿Es necesario traer más de dos hijos al mundo?
Fueron pocos los animales que pudimos apreciar debido al
tumulto de gente que al parecer jamás ha visto un lémur y se arracima frente al
cristal tratando de tomar la foto ganadora del concurso de Animal Planet. Para eso
está Google, ¡por favor! Para colmo del lémur nada más se veía la cola porque,
seguramente harto, prefirió esconderse de esas miradas horribles y esas narices
con mocos duros que la agarraban a golpes contra el cristal para llamar la
atención de ese animal que seguro está más estresado que Osorio Chong. Luego se
preguntan por qué Bantú tenía un mal cardiaco.
Los animales están sucios, descuidados, se perciben tristes
y cansados. Las instalaciones del zoológico repletas de charcos porque su
drenaje no tolera los enviones pluviales que manda su vecino Tláloc, así que
hay que andar saltando como en una patética versión del juego del avión, con el
riesgo de acercarte de más a ese tumulto maleducado y maloliente. Una cosa es
ser humilde y otra ser sucio y grosero.
No toleramos más de 20 minutos dentro y salimos huyendo en
busca de aire.
Es evidente que no sólo el zoológico sino Chapultepec
necesita una remozada fundamental. Y a pesar de eso hay quien se opone a las
mejoras que, al parecer, se harán en la zona sin consulta previa. ¿Pero qué
puedes consultar a sus visitantes regulares si con trabajos saben escribir?
Privatizar el zoológico sería una excelente opción.
Finalmente, fue mi hijo quien tuvo la mejor idea, al menos
respecto al zoológico.
-¿Qué cambios le harías? –le pregunté al ver su gesto de
decepción después de que me dijera: “Recuerdo cuando venimos la primera vez con
mamá. Era un lugar bonito”. Su respuesta fue más que progresista.
-Para empezar cierro el zoológico y dejo a los animales en
libertad, papá.
Así los niños de hoy.
Btxo, Coyoacán, 2016
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